[Artículos] Sesiones tumultuosas, de Benito Pérez Galdós

Madrid, 30 de enero de 1885.

I

El Congreso y Senado nos han entretenido con sesiones tumultuosas. La cuestión universitaria y la cuestión de la transmisión del tratado de convenio a un diario de New-York violando el secreto de las negociaciones, ha sido la comidilla parlamentaria de los padres de la patria. En la cuestión de la Universidad se han cruzado entre mayoría y oposiciones algunas docenas de discursos, templados los los unos, ardientes los otros, y hoy por hoy, de de tanto debatir, la cuestión sigue como el primer día, sin que se haya puesto en claro quien tiene razón y quien no. Y por cierto que ya ha envejecido la tal querella universitaria. Los catedráticos no ceden y el Gobierno tampoco. Aquellos invocan las inmunidades del claustro y éste el principio de autoridad. Encastillados en sus respectivas trincheras el elemento universitario y el gubernamental no se cede ni un palmo de terreno; muchos discursos) interpretaciones diversas de la ley, según las tendencias de cada cual, diferencias grandes en la manera de apreciar los sucesos y de describirlos. Por fin la temida cuestión se resolverá por el cansancio, si antes no viene a darle término algún inesperado giro en las cosas políticas.

Mal síntoma es para el Gobierno la disidencia que se ha iniciado en la mayoría con el discurso de don Manuel Silvela, embajador en París y una de las personalidades más altas del país como jurisconsulto y como político. El señor Silvela disiente de la opinión del Gobierno, del cual forma parte uno de sus hermanos, y se pone resueltamente al lado de los catedráticos atropellados. También entre estos tiene un hermano el señor Silvela. Día de grandes emociones fué, en el Senado, aquel en que pronunció su templado, pero significativo discurso nuestro embajador en Francia. Hace tiempo que se le indica para presidir una situación conservadora, aunque los más allegados al Gobierno niegan que esta solución sea posible en las circunstancias actuales.

No son pocos los conservadores que creen peligrosa la marcha y conducta del partido desde que el señor Cánovas introdujo en él el aborrecido elemento ultramontano, o sea lo que el señor Pidal llamó las honradas masas carlistas. Las tales masas honradas han desnaturalizado, en opinión de muchos conservadores, a un partido que en los seis años de su mando, después de la restauración, dió pruebas de un sentido práctico muy recomendable y de una disciplina rigurosa. Las quejas han aparecido en la Prensa y en la tribuna, al principio con timidez, luego con más brío, y, por fin, la actitud del señor Silvela ha venido a darles calor.

II

En las discusiones del Senado hase visto claramente el hondo malestar que trabaja a la mayoría, y no ha tenido poca parte en su manifestación la incapacidad parlamentaria del presidente, señor conde de Puñonrostro, que ha llevado a todos los debates una confusión lamentable. Cuentan que con estas cosas está el señor Cánovas de muy mal humor, y que no sería extraño que, si las dificultades crecieran, se retirase del poder. No le sucedería, en tal caso, un nuevo Ministerio conservador presidido por Silvela o Toreno, pues las soluciones anodinas satisfacen poco en las circunstancias presentes: ni tampoco vendrían los izquierdistas, aquel grupo que tanto dió que hacer el año pasado, desprendiéndose del partido liberal al amparo de los conservadores. Los izquierdistas, tan pujantes hace un año, están perdidos en el concepto público, y su famosa revisión constitucional ha pasado a la categoría de impracticable antigualla que a nadie interesa. Los únicos herederos posibles del señor Cánovas serían los constitucionales, llamados también fusionistas, capitaneados por Sagasta. Ellos ofrecen el único núcleo respetable de fuerzas liberales dispuesto a los compromisos y a las dificultades del Gobierno; ellos tienen personal suficiente y brillante para todos los cargos políticos, administrativos y diplomáticos. La creencia general es que lograrán el poder antes de que termine el año presente, y si otros síntomas no lo pronosticaran, sería suficiente signo de próxima victoria la vuelta al partido de los hijos pródigos que lo abandonaron para ir a formar ia izquierda. Sí, varios insignes personajes que engrosaron el grupo rebelde, han regresado arrepentidos y contritos al hogar primitivo. La izquierda no Cuaja. Creo haber dicho antes, que el carácter elemental de los partidos liberales en nuestro país es la tendencia a dividirse en el poder y a reconciliarse con la oposición. El poder les separó, pues había dos o tres individuos que querían ser jefes. Pero vino la desgracia con sus lecciones elocuentes y se vió el ningún fruto y gran descrédito de la disidencia. La oposición es siempre reconciliadora. Helos, pues, aquí, unidos otra vez y esperando que se les dé el poder para volverse a separar. La experiencia lo pasado, les abrirá, no obstante, los ojos, y es de creer que por esta vez, si logran sus naturales deseos, y empuñan el timón de la famosa nave, Permanecerán unidos, siquiera un par de años… Pedir que lo estuvieran por más tiempo, sería pedir fue imposible.

Deja un comentario