Apenas repuesta en lo que es posible humanamente, del abatimiento producido en mi espíritu por el doloroso trance que acabo de pasar con la pérdida de mi llorado padre, el gran Galdós, el primer impulso de ánimo y de mi pensamiento ha sido el de la más profunda gratitud al nobilísimo pueblo español, gratitud que me impone el sagrado deber de ofrendar modesta y sumisa, ante el altar de la patria, mi más fervoroso agradecimiento por el conmovedor homenaje rendido en toda España a quien supo glorificarla en sus obras.