[Artículo] El estreno de Realidad, de Emilia Pardo Bazán

Nuevo Teatro Crítico (año II, n.º 13).

Después de haberlo meditado mucho, retrayéndole su modestia y cautela acostumbradas y animándole el ejemplo de sus colegas los grandes novelistas franceses, se ha resuelto al fin Pérez Galdós, el primero entre los de por acá, á arrostrar la escena, y probablemente no transcurrirá el próximo mes de Enero sin que en el teatro de la Comedia estrenen Vico y Mario el drama Realidad.

No quiero meterme á profeta; no quiero echar las campanas á vuelo: quiero aguardar, con el alma henchida de esperanza, esa noche que acaso llamaremos memorable. Porque—sin prejuzgar el éxito, sin aquilatar el mérito de la tentativa— cualquiera comprende que la aparición de Galdós en los carteles no es el advenimiento de un dramaturgo más, sino el de una nueva dirección dramática, que puede modificar nuestra vida escénica, romper troqueles caducos, influir á la vez en autores, actores y espectadores, y fundir en una misma aspiración dos géneros que hasta hoy parecían inconciliables,— la novela y el drama.—Nótese que yo no pronostico que consiga esto la obra de Galdós : no quiero crearle tan grave compromiso con palabras que pequen de imprudentes y fogosas. Digo no más que por ese camino se ha de ir para lograr infundir espíritus vitales á nuestra desmayada escena, y procurar (dentro de los limites de lo posible y lo justo) inocularle el amor de la verdad, de la humanidad literaria.

Osada será la tentativa, y por osada más meritoria y digna de atención. Los dos tomos que bajo el titulo de La Incógnita y Realidad publicó Galdós en 1890, encierran un drama de acción por fuera y por dentro, de tan elevada y extraña trascendencia, que es jugar un albur el arriesgarse á someterlo desde las tablas á la consideración y á la aprobación, no del lector serio y culto, sino de un conjunto heterogéneo de espectadores. Sirviéndonos del lenguaje teatral, ¿entrará el público en el drama? ¿Conseguirá subyugarle desde el primer momento la fuerza, la originalidad y la verdad de una idea que no nació sujeta á las férreas imposiciones de lo que se llama óptica teatral, sino revestida de toda la libertad y vigor que da la amplitud del género novelesco? ¿Se confirmará una vez más el axioma de Zola “Rien n’est moins lit tér aire q’utte foule?”

De todos modos, ¡qué benéfica agitación del ambiente va á producir Realidad en el teatro! iQué empujón al pasado, qué dilatación del presente, qué de problemas, y cuánta novedad! Cuando digo novedad, se me ocurre un escrúpulo. Hay cosas que á fuerza de ser viejas y haber caído en desuso, pueden parecer nuevas. —Por ejemplo: las apariciones. En Realidad tiene que salir á la escena una sombra. ¿Quién no recuerda el admirable efecto del fantasma del padre de Hamleto, verdadera proyección psíquica, adivinada y aprovechada por Shakespeare?

No más por hoy sobre el drama de Galdós. Aquí sí que encaja bien aquella célebre frase deteriorada: «No adelantemos los sucesos.

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