[Artículo] Eduardo Gasset y Artime, de Benito Pérez Galdós

Madrid, 24 de mayo de 1884.

I

Mucho sentimiento ha causado en Madrid la muerte de don Eduardo Gasset y Artime, fundador de El Imparcial, periodista insigne, que ha trabajado rudamente durante más de treinta años, logrando, a fuerza de constancia e inteligencia, establecer, arraigar y difundir entre nosotros un periódico político y popular, que se ha distinguido siempre por un criterio oportunista y por una gran discreción y cultura en la forma.

El Imparcial se publica en esa forma pequeña y cómoda que priva entre nosotros, poco aficionados a la lectura larga. Goza desde su fundación, y principalmente desde 1868, de extraordinaria aceptación entre toda clase de personas; es, juntamente con otros diarios de su mismo tamaño, como el pan literario de cada día. Penetra en los palacios y en moradas más humildes; se le ve en las manos pulcras de la dama y en las duras y callosas del obrero, y para todos tiene lectura agradable.

Su criterio político no es muy decisivo en su sistema de polémica muy sistemático, desde la abdicación del Rey Amadeo, y a esta circunstancia debe quizá su éxito. Su fundador tuvo ciertamente la habilidad de llevar al organismo de este diario temperamentos y modos de ser fielmente tomados del organismo nacional. Resulta, pues, un periódico de composición variadísima, impresionable y vehemente en todo lo que puede despertar los adormecidos sentimientos de la patria, atento con las reputaciones, benévolo con la juventud, muy inclinado a tratar en lenguaje chistoso las cuestiones más serias, ameno siempre, rara vez pasionista, algo soñador en cuestiones de engrandecimiento nacional, demasiado entusiasta en literatura, con cierto sentido práctico en política, y muy esmeradamente servido por sus reporters en la sección de noticias. Gasset, tras larga práctica, comprendió como nadie el gusto del público y supo elegir y combinar los materiales de esta ración diaria de literatura al vapor que el hombre del siglo necesita para vivir.

Al periodismo consagró Gasset toda su vida, y sus esfuerzos fueron ampliamente recompensados, pues El Imparcial es una de las mejores fincas literarias que ha creado en nuestros tiempos, con papel y tinta de imprimir, la paciencia de un hombre. Como pasa casi siempre, no ha podido disfrutar el insigne fundador del precio de su trabajo tan noblemente ganado, y la muerte le ha venido cuando estaba en la cumbre y cuando todo le brindaba al descanso.

Estos hombres, que todo se lo deben a sí mismos, inspiran en nuestros tiempos vivísimas simpatías.

II

No fué Gasset de los que al nacer reciben con la posición y la fortuna heredada, los medios de hacer carrera. Todo cuanto fué, todo cuanto tuvo, renombre, riqueza, posición política se lo debió a su propia iniciativa y esfuerzo. Como aquí no hay ninguna persona notable que no haya hecho versos, el creador de El Imparcial fué también poeta, y se dió a conocer como de los más ingeniosos en el Parnasillo del café del Príncipe, cuna del genio de Ayala. Nació Gasset en esa región de España, cuyos inteligentes hijos parece que vienen al mundo con la vocación del trabajo, Galicia, tierra hermosísima, rica sólo en belleza y en hombres útiles.

Vino a Madrid muy joven, distinguióse como poeta y fué empleado en oficinas públicas y particulares. Quien sabía componer tan bonitos versos, vivía de la cosa más árida y prosáica del mundo, la partida doble. La primitiva vocación del tenedor de libros se cambió bien pronto en afecto vivísimo hacia el periodismo. Dirigió una revista ilustrada, desempeñó varios destinos subalternos, fundó más tarde un periódico político, en cuya empresa no halló el éxito que esperaba, y, finalmente, hacia 1867, durante los días de la excitación revolucionaria, cuando los hombres más notables de los partidos liberales buscaban una fórmula común para condensar dos aspiraciones, fundó El Imparcial, dirigido desde sus comienzos con habilidad suma.

Este periódico, cuya existencia ha llegado a ser tan vigorosa, revelaba detenidamente en su primera etapa el espíritu democrático a que debe su popularidad, pero hecha la revolución, aquel espíritu lo informó claramente, viniendo a ser su esencia y su forma. La revolución hizo a Gasset concejal del Ayuntamiento de Madrid, después diputado por Padrón y Cambados, distritos de Pontevedra, y, más tarde, en el breve reinado de un Príncipe de la casa de Saboya, fué ministro de Ultramar.

Coincidió esto con los días en que la insurrección tomaba más vuelo en nuestra Antilla y Gasset, atento sólo a destruir el filibusterismo, negóse a establecer las reformas que le pedían un día y otro los diputados ultramarinos, en tanto no depusieran las armas los rebeldes. Aún no ha llegado, quizá, la ocasión de decir si esta política era la más acertada,

Después de la abdicación del Rey Amadeo, mantuvo El Imparcial en sus textos una fórmula monárquica vaga; y después de la restauración, procediendo cautelosamente con hábiles evoluciones, el popular periódico y su fundador han acentuado cada día más sus tendencias dinásticas, hasta declararlas francamente.

Ante esta vida consagrada al trabajo y a la prensa, nos inclinamos todos con respeto y tristeza; Gasset, durante larguísimo período, no tuvo un día de descanso. Vivía para su periódico y para su familia. Tienen mucha significación las siguientes palabras, escritas recientemente por quienes fueron sus enemigos: «Bien pueden llorarle sus hijos; por ellos luchó con valor y con fe, en medio de las más deshechas borrascas de la vida; por ellos arrostró contrariedades que habrían quebrantado ánimos templados en afecciones menos puras, y a ellos consagró todos los momentos de tregua, porque hemos conocido pocos hombres que, como el señor Gasset, hayan tributado a la familia culto más respetuoso».

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