Sepulcro de don Juan Ruiz de Pelegrina

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Texto de don Ricardo de Orueta

Catedral. Capilla de San Marcos. Don Juan Ruiz de Pelegrina

Dice el Sr. Pérez Villamil que este sepulcro, que debió labrarse sobre 1501, era primitivamente exento y estaba colocado en el centro de la capilla de San Marcos, fundada por este D. Juan Ruiz Pelegrina, y que luego más tarde, en 1534, por acuerdo del cabildo, fue mudado al lugar que hoy ocupa, en el muro de la Epístola, no sin detrimento de la estatua y de la obra toda, que desde luego hubo que adaptar a una disposición diferente de la que le diera el autor. Así se ve que la yacente, formada de dos piezas, está mal encajada en aquel estrecho hueco y sus pedazos muy mal unidos, y que los relieves, que debían formar los cuatro frentes de la cama, han sido colocados con poco orden, habiendo alguno, como la Santa Catalina, que está, como dice el Sr. Pérez Villamil, «verdaderamente arrinconada».

Así y todo es muy interesante este sepulcro, porque, aunque tosco y arcaico en su ejecución, es entre todas las obras de esta catedral la que más recuerda al bellísimo enterramiento de D. Martín Vázquez de Arce. Los relieves son iguales, pero exactamente iguales de factura, al San Andrés y al Santiago colocados en las jambas interiores del arco del sepulcro del Doncel, y si la estatua difiere, es en su belleza y su idealidad, no en su manera, sus fórmulas ni sus particularismos de labor. El rostro de este señor Pelegrina y el de don Martín, o el del pajecito que figura a sus pies, no difieren en nada, ni siquiera en perfección; quizás este de Pelegrina sea el más correcto. Los tres tienen la porción de cabello corto, la que llega hasta las cejas, tratada del mismo modo; los ojos con el mismo abultamiento y la misma curva en el párpado inferior, la boca con la misma dureza y el mentón en la misma forma; los pómulos muy salientes, y el surco nasolabial acusado. Y, además de los rostros, toda la escultura de este sepulcro tiene la tirantez del plegado, la quebradura sui generis y los espacios vacíos que los ropajes de los sepulcros de D. Martín y de D. Fernando de Coca, en Ciudad Real. Me parecen tres obras del mismo artista, una de ellas admirable y las otras dos inferiores, aunque también hermosas, sin que me sorprenda esta desigualdad de perfección y de belleza, porque me la encuentro en la obra de otros muchos escultores, quizás en la de todos los castellanos, y muy clara y muy patente en este mismo sepulcro del Doncel.

Aparte de esto, que puede ser útil para reconstituir la personalidad de este admirable artista de la capilla de Santa Catalina, o de este taller o familia de artistas, el sepulcro de Pelegrina no tiene otro interés. Es hermoso y típico, pero nada más; ni se sale de lo corriente, dentro de las esculturas hermosas del tiempo, ni aporta ninguna modalidad especial que pueda influir en la evolución del arte castellano o pueda ser considerada como una novedad. La cabeza, que es lo más bello, tiene mucho carácter individual, está perfectamente entendida en su constitución ósea y convence y atrae con la blandura de sus carnosidades y el verismo sin minucias que se trasluce en toda ella. El resto del cuerpo y los relieves adolecen de todos los defectos que se notan en la estatua de D. Martín y no tiene sus refinamientos de emoción, sus bellezas ni su delicadeza.

En la parte superior del testero del arco que cobija a la estatua se lee esta inscripción, que contiene todas las noticias que he podido encontrar sobre el difunto allí enterrado; dice así:

«ESTA CAPILLA EDIFICO Y DOTO EL MUY REVERENDO SR. D. JUAN RUIZ DE PELEGRINA, PROTONOTARIO APOSTOLICO, MAESTRESCUELA DE LA SS. IGL. DE BURGOS, CHANTRE DE ESTA IGLESIA, QUE AQUÍ ESTA SEPULTADO. CELEBRO LA PRIMERA MISA EN JERUSALÉN, EN EL SEPULCRO SANTO. DIÓ A LOS SRES. DEAN Y CABILDO DE ESTA IGLESIA POR EL DOTE Y MEMORIAS DE CADA UN AÑO

DIEZ Y OCHO MIL MRS. DE RENTA, LOS QUINCE MIL DE JUROS VIEJOS EN LAS ALCABALAS DE ESTA CIUDAD Y POR LOS TRES MIL RESTANTES DIO 8.000 MRS., LOS CUALES SE GASTARON EN LAS HEREDADES DE OLMEDILLAS Y ALCUNEZA. FALLESCIO EN BURGOS A 22 DE NOVIEMBRE DE. 1497 AÑOS».

Y en el borde de la cama sepulcral aparece esta otra:

«EXITUS HIC OMNES: URNA CINISQUE MANET».

La estatua mide 1,75 metros de largo.

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