Mausoleo de don Fadrique de Portugal

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Texto de don Ricardo de Orueta

Catedral, transepto

Mausoleo de don Fadrique de Portugal

Como riqueza, profusión de ornato y muestra de adaptación original del arte de Italia a los gustos de Castilla, este sepulcro es lo más inte­resante, dentro de lo plateresco, que se encuentra en la catedral de Sigüenza.

Simulando un retablo, todo él de piedra y alabastro, se levanta sobre un zócalo muy exornado a la italiana, en cuyo centro aparece esta inscripción:

«HOC TEGITUR LAPIDE ILUSTRISSIMUS DOMINUS FREDERICVS A PORTUGALIA, HUJUS ALMAE ECLESIAE PRAESUL, POTENTISSIMORUM PRINCIPIUN FERDINANDI ET ELISABETH CASTELLE ET LEGIONIS ET ARACONUM ET UTRIUSQUE SICILIAE &. REGUM INVICTISSIMORUM SERVUS ET FACTURA».

El primer cuerpo lo forma un gran cuadro central, que llena por completo el escudo de D. Fadrique y dos nichos a los lados, con las imágenes en talla, de San Andrés y San Francisco. Estos nichos están separados del cuadro central por dos pilastras juntas, que sirven de fondo a una columna que se levanta ante ellas, y otras dos pilastras dispuestas del mismo modo, pero ya sin columna, los limitan por ambos extremos. Sobre todo ello corre un friso con adornos muy semejantes a los del sepulcro del obispo de Canarias, en la capilla de Santa Catalina. Este tema de las dos pilastras es frecuente en los retablos del primer plateresco de la región toledana, pudiendo citar, entre otros muchos ejem­plos, los de la colegial de Torrijos y Santiago del Arrabal de la propia Toledo.

Encima, el segundo cuerpo presenta otros tres espacios correspon­diendo perfectamente con los del primero, pero el central afecta aquí la forma de hornacina, mucho más alta que las de los lados, por cuyo fondo corre, dividiéndola en dos partes desiguales, el friso general, y sobre éste ya se cierra por un casquete esférico en forma de venera. En este nicho central es donde se representa al obispo D. Fadrique arrodi­llado ante un reclinatorio, con dos familiares, orantes como él, y reves­tidos los tres con amplias capas pluviales. En los laterales se ven las estatuas de San Pedro y San Pablo. La disposición de pilastras y colum­nas es aquí igual que en el primer cuerpo, salvo que éstas afectan la forma de balaustre, y el decorado sigue siendo muy semejante al del sepulcro del obispo de Canarias, menos en el friso, donde se ven unos querubines que se parecen mucho a los del sepulcro de D. Francisco de Villanuño en la iglesia de Santiago.

Después, sobre la hornacina central, se alza un cuerpo rectangular con una Piedad en relieve, y sobre los nichos laterales dos escudos de Portugal coronados por yelmos. Remata el monumento un hermoso Calvario.

Las estatuas se parecen mucho, lo mismo por su factura que por las proporciones, la disposición de los ropajes y hasta por los tipos, a las del sepulcro del obispo de Canarias. Las del grupo central llaman la atención y se distinguen por ser muy mofletudas, principalmente la de D. Fadrique; pero hay que tener en cuenta que este personaje, a juzgar por la descripción humorística que hace de él D. Francesillo de Zúñiga, debió ser así, y que esta escultura, que será retrato, seguirá más de cerca las imposiciones del modelo que las reglas y fórmulas de la escuela o del taller.

El Sr. Pérez Villamil, que tan concienzudamente ha estudiado los archivos de esta catedral, sienta las afirmaciones de que este sepulcro, junto con el retablo de Santa Librada, con el que forma ángulo, fue trabajado bajo la dirección de Francisco de Baeza, «el maestro de cantería obligado en todas las (obras) que se hicieron en la iglesia durante la primera mirad de siglo XVI, y que en él tomaron parte, entre otros artistas, el maestro Sebastián, que supone sea Sebastián de Almonacid, Juan de Tala vera y Peti-Juan; y aunque los documentos que cita todos se refieren al retablo de Santa labrada y no al sepulcro, dada la identidad de los estilos debe suponerse de los mismos autores, como el propio Sr. Villamil lo supone. También, y por igual razón, puede pensarse que se labraran conjuntamente, o con muy poca diferencia de tiempo, de 1515 a 1518, que fue cuando se levantó el retablo, y que desde luego lo encargó el mismo D. Fadrique, se hizo durante su vida y estaba terminado mucho tiempo antes de su muerte, que ocurrió en 1539.

Fue este D. Fadrique un descendiente de las casas reales de Portugal y de Castilla, que primero fue obispo de Calatrava, donde sucedió al cardenal D. Jaime Sierra, pasando en 1508 a la diócesis de Segovia, que ocupó hasta el 20 de enero de 1512, en que fue promovido por Julio II a la de Sigüenza. Aquí permaneció hasta 1532, en que fue nombrado arzobispo de Zaragoza, puesto que desempeñó hasta su muerte, ocurri­da en 1539.

También obtuvo altos cargos civiles, como el de Virrey y capitán general de Cataluña, Rosellón y Cerdeña, que le otorgó Carlos V en 1525, y misiones de honor y alta confianza, como la de acompañar a Portugal a la infanta D* Catalina cuando, en 1524, fue a celebrar sus nupcias.

La iglesia de Sigüenza es deudora a la munificencia de este obispo de un gran número de obras, todas costosas, bellísimas algunas, y que marcan en su conjunto una modalidad muy típica y muy interesante del primer plateresco español.

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