[Artículo] El bandido Melgares, de Benito Pérez Galdós

Madrid, 12 de enero de 1887.

I

Parecerá mentira, pero es desgraciadamente muy cierto, que aún existe en algunas provincias de Andalucía el legendario tipo del bandolero, y que los «Diego Corrientes», los «Niños de Écija» y los «José María» tienen todavía sucesores, aunque a la verdad está tan degenerada la familia, que los bandidos de hoy tienen poca semejanza con los de antaño, como no sea en la perversidad. Favorecen la existencia de estos tipos, diferentes circunstancias, como la irregularidad del suelo en las fragosidades de la Alpujarra, la distribución de la propiedad en grandes y deshabitados cortijos y cierta disposición de aquellos pueblos a vivir fuera de toda ley moral y en lucha con la autoridad.

Lo más extraño del bandolerismo en estos tiempos es la protección que recibe de personas acomodadas e influyentes. Sobre esto, se dicen cosas que no me atrevo a estampar aquí. Y algo debe de haber en esto de cierto, porque si los bandidos no contaran con ciertos apoyos, su existencia sería imposible en estos tiempos. Todavía gozan estos criminales de aquella popularidad novelesca que- dió fama a sus predecesores; todavía sus atentados a las personas y a la propiedad son tenidos por hazañas entre ciertas gentes, y no les es difícil a los tales burlar la persecución de la Guardia civil, por¬que fácilmente encuentran quien les oculte. Pero aún así, no podrían vivir mucho tiempo si no con¬taran con protecciones misteriosas en las capitales.

Los bandidos que han adquirido celebridad de diez años a esta parte son: «Melgares», el «Bizco del Borge» y «Frasco Antonio», ayudados por otros de menos nombradía.

De «Melgares», que acaba de ser cogido y muerto, después de diferentes batidas y persecuciones, se cuentan horrores. Su osadía no tiene límites. Solía disfrazarse de uno de pueblo con arte maravilloso. Otras veces se vestía de albañil, y cuando traía entre mano algún negocio de mucha importancia, se disfrazaba de caballero y se paseaba tan tranquilo por las calles de Málaga sin que nadie lo conociera. Cuéntase de este hombre que trabajaba en las luchas electorales y que de esto le venía la protección que de elevadas personas recibía. Era a veces espléndido y a veces mísero. Vivía sobriamente, y gran parte del dinero que robaba empleábalo en asegurar la impunidad de sus delitos, recompensando ampliamente a los que le ocultaban y sobornando a funcionarios subalternos. Cuéntase, no obstante, que tenía economías y que sus bienes raíces, pues¬tos a nombre de personas de su familia, ascendían a cuarenta mil pesos.

Varios guardias civiles perdieron la vida persiguiendo a éste y otros malvados de su cuadrilla. Empezó por perpetrar secuestros; pero después, imponiéndose por el terror a los propietarios, les exigía gruesas sumas a título de seguro de sus fincas. Era pequeño de cuerpo, fornido y musculoso, de pelo oscuro y rizado, y de edad como de cincuenta años.

Por fin ha perecido, y si la persecución activa e inteligente iniciada por el Ministro de la Gobernación continúa como hasta aquí, pronto quedará es¬pulgada de estas alimañas maléficas la provincia de Málaga. Hace pocos días fué también cogido y muerto por la guardia civil el llamado «Frasco Antonio», de la partida de «Melgares», célebre por su perversidad y sanguinarios instintos. Había ido el bandolero a una casa de Vélez-Málaga a recoger cierta suma exigida con amenazas a un propietario de la localidad, cuando le sorprendió la guardia civil, dándole muerte.

Casi en los mismos días cayó también otro, a quien llamaban «el Portugués», y actualmente sólo queda «el Bizco», que era el segundo, o si se quiere el jefe de estado mayor de «Melgares». También es «el Bizco» muy sanguinario, un verdadero monstruo de astucia, valor personal y fuerza física. Pero se dice que está muy viejo, enfermo y algo decaído de ánimos, por lo cual será difícil que pueda burlar ahora la persecución tenaz de la policía y la guardia ciyil.

Últimamente habían estallado serias discusiones entre los individuos que componían la partida de «Melgares». «Frasco Antonio» se insurreccionó, y otros, conocidos por «Miguelillo el Francés» y «el Niño de la Vega», habían provocado reyertas graves, siendo cada día menos firme y reconocida la autoridad del jefe «Melgares». Aun no se sabe quién ha dado muerte a éste, porque su cadáver apareció en un despoblado sin indicio alguno del matador.

La autoridad ha tenido que recurrir a todos los medios para extirpar a esta canalla, valiéndose del espionaje y fomentando las discordias entre los bandidos. De cualquier manera que sea, los resultados son buenos. Siempre que el Gobierno se ha pro¬puesto de una manera enérgica extinguir el bandolerismo lo ha conseguido, lo cual prueba que el bandolerismo no puede prosperar en nuestros tiempos sino por la debilidad de las autoridades. Con¬sentir tal afrenta en pleno siglo XIX es verdadera¬mente ignominioso, y ya era tiempo de que se pusiera término a tan repugnante espectáculo. Veremos si la campaña continúa con el mismo éxito y si «el Bizco» corre la suerte de su compañero y capitán el atrevido «Melgares».

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