[Artículo] Furor colonial y otros furores, de Benito Pérez Galdós
Madrid, febrero 25 de 1885.
I
El furor colonial de Alemania tiene imitadores en todos los países. Francia, Italia, Bélgica aspiran a poseer territorios en África. Todo esto es resultado de la crisis industrial de que antes hablé. Los talleres producen más de lo que esta cansada Europa consume, y ese sobrante hay que colocarlo donde se Pueda. De esta vez, tenedlo por cierto, la salvaje África, la más ignota y ruda de las partes del mundo, entrará en las vías de la civilización. En toda la costa se establecen factorías. El inmenso continente Poblado de negros indómitos, de monos que parecen personas y de hombres emparentados con los brutos, se ve atacado por todas partes, acariciado, solicitado por los europeos, que lo explotarán y lo domesticarán, vistiendo a los bozales, enseñándoles a beber vino y cerveza, instruyéndoles en el uso de la pólvora e iniciándoles en el regalo de nuestras costumbres.
Nosotros no hemos querido ser menos, y hemos establecido nuestra factoría en la costa occidental del Africa, frente al archipiélago de las islas Canarias.
Nuestra factoría ocupa la península y puerto de Río de Oro. La península mide 22 millas de largo por tres en su mayor anchura y hállase unida al continente africano, en dirección N. O. a S.-E., por un itsmo de uno y medio a dos kilómetros de ancho. El espacio de mar comprendido entre esta península y la costa, forma un extenso puerto de 17 millas de largo desde la isla de Heme hasta la entrada. Los arrecifes situados a la entrada, dejan entre ellos y la península un paso de dos millas de ancho y 11 pies de fondo, que constituye la boca del puerto. El mejor fondeadero se encuentra a una milla de tierra, al N. E. de la punta Mudjé. Ya se están acopiando materiales para las obras del fuerte y de la factoría. Algunos moros trabajan también, reinando entre todos la mejor armonía. Pidamos a Dios que esta paz dure.
A la fecha de las últimas noticias dadas por los fundadores de la factoría, eran esperadas dos cabilas del interior conduciendo plumas, marfil, lanas, pieles y otros artículos de gran valor en los mercados europeos. Se han encontrado pozos de agua potable de excelente calidad y minerales estimables Todo hace creer que este modesto establecimiento comercial nos traerá pronto el dominio de una porción no despreciable de la costa africana. Falta sólo que sepamos fomentarlo y conservarlo; falta sólo que a los españoles establecidos allí no se les ocurra el mejor día ponerse de puntas unos con otros y dar motivo con sus disensiones a que los moros duden de la superioridad del hombre europeo.
Dios quiera poner tiento en las manos de los primeros habitantes de la flamante factoría de Río de Oro, e infundirles algo de ese espíritu práctico a que deben los ingleses su preponderancia en regiones tan apartadas del mundo. Sean tolerantes, indulgentes con los pobres moros y usen con ellos de táctica fina combinada con la humanidad. Ellos se contentan con poco, y por aguardiente de mala calidad, pólvora, cuentas de vidrio, percales ordinarios y chucherías de metal, dan productos muy ricos. Si se les trata mal, se entregan al pillaje, al merodeo y a la venganza. Su salvajismo encuentra mil astucias con que sobreponerse al europeo. Que nuestra bandera sea en aquella costa, no sólo un emblema glorioso, sino, como la inglesa, el pabellón de la paciencia, de la habilidad y de los procedimientos prácticos, humanitarios y tolerantes, cuando las circunstancias no les imponen la obligación de ser terribles.
II
No quiero concluir sin decir que hemos tenido en nuestro Congreso un debate inacabable. No, al fin se acabó. Para discutir si había o no lugar a deliberar sobre cierta proposición se empleó un mes. Por fin los votos de los diputados resolvieron la cuestión negativamente. Se acordó que no había lugar a deliberar… después de haberse pronunciado ciento diez y siete discursos largos. El debate, hablando con verdad, ha sido muy importante, porque en él, con pretexto de la cuestión universitaria, se ha tratado la cuestión magna; la eterna, la inagotable, la cuestión de las cuestiones. ¿Prevalece 0 no la influencia clerical en la enseñanza, o la gobernación del Estado? He aquí la gran duda. Sobre ella se ha hablado mucho y bien. No ha quedado Punto alguno por tocar, histórica y filosóficamente. Han salido a relucir épocas remotas, concilios, cismas, reyes que rabiaron hace siglos, las revoluciones todas, la tesis y la hipótesis. Buda y Cristo, la desamortización y los masones, la libertad y la Iglesia. El país, algo fatigado de tan largas disputas, las ha oído con interés por lo mucho que la cuestión magna afecta a su acendereada existencia.