[Cuento] Crónicas futuras de Gran Canaria, de Benito Pérez Galdós
Crónicas futuras de Gran Canaria
Entretenimientos de un optimista
La utopía de hoy es la verdad de mañana.
(VÍCTOR HUGO)
Lector cachazudo: permite que abuse de tu paciencia, tomándome la libertad de poner ante tu vista no vulgares páginas de errores presentes, y de actuales desaciertos, sin relaciones extraordinarias de prosperidades futuras, de dichas y regocijos hoy desconocidos. Cosa fácil es dar a tu facultad de percepción la potencia y el alcance de un anteojo de larga vista; fácil es forjar aquí una de esas hipótesis monumentales, hiperbólicas, infinitas, como la tan manoseada, si yo fuera rey…, y aquella otra ya podrida de vieja, si Adán no hubiera pecado… Fácil es que tú y yo nos echemos a rodar por los espacios de lo venidero, asidos al supongamos que de los filósofos confusos, fácil es que arrogantes y atrevidos volemos con alas de cera hacia aquel horizonte, hacia aquella cima, hacia aquel lindero engañador, siempre cercano, y fugitivo siempre, que se llama lo porvenir. Todo es fácil, en extremo fácil, mientras me asista un poco de esa osadía que da el tener una pluma en la mano, un centenar de tipos de imprenta en casa de un amigo y medio lector o tal vez un lector entero en casa del vecino: todo es fácil, repito, volar, soñar, hacer disposiciones de ochocientos grados sobre cero, confeccionar utopías de fuerza de cuatrocientos caballos, asentar premisas del tamaño de la pirámide de Cepos, ¡oh!, cosa corriente, cosa fácil; pero que tú lleves tu cachaza proverbial hasta el punto de seguirme; que tú seas paciente en bastante grado para volar, revolotear y hacer piruetas conmigo en los espacios de lo infinito; que prestes atención a mi relato; que des vida a mi voz, que creas razonable mi teoría, que no te aburras, que no te duermas, que no ronques, que no me maldigas, ¡oh, mil demonios!, esto sí que es difícil.
Sin embargo, pese al estilo y a ti, he de hacer lo que en los diamantinos polos de mi voluntad está encajado, como diría un académico que yo conozco. Es necesario que yo haga una hipótesis que podíamos llamar protodescomunal, la lanzase a ti para que tu fantasía se espeluzne y tu entendimiento salga de quicio. Pero lo que me propongo sacar de quicio no es ni tu mente, ni tu fantasía, ni tu sensibilidad, es tu vida, esa trivialísima noción del hoy que te tiene tan engreído, eso es que, según unos es ilusión y engaño de los sentidos, y según otros resultado positivo del repensamiento del yo, ¿ves que clarito está esto?
Pues bien, esa vida te la alargaré yo, que no tengo elixir, ni sé quiromancia, ni filosofía alemana (son cosas parecidas) yo, que no conozco los sustanciales principios de la forma, ni tengo en el bolsillo, como los materialistas, los elementos de este precipitado químico, que se llama alma, de este protoclorato, hiperbrómico de…, ¡qué sé yo de qué!
Quiero alargarte la vida: es decir añadir a tus cuarenta o cincuenta maduros años otros sesenta, setenta o cien tiernas primaveras, ¿qué resultará? Serás un hombre ¡oh portento!, de ciento setenta años, un espectro, si te place, un ser fiambre, un ejemplar paleontológico, una curiosidad que hará las delicias de cualquier anticuario, un documento precioso para la Historia de la momificación que está escribiendo un naturalista que yo me sé. Servirás a Cuvier de primer término para sus inducciones, Buffón te llamará antediluviano y Voltaire dirá que no eres otra cosa que un pescado.
Pero me ocurre que haciéndote vivir ciento setenta años, tendría necesariamente que hacerte feo, repugnante, cien veces chocho y adornado con todas las cosas ridículas y nauseabundas que a una humanidad elevada a tan alta potencia suelen acompañar. Me parece mejor dejarte morir cristiana y tranquilamente, y después, cuando me parezca hora, llamarte con toda la entonación hueca y tenebrosa que a mis atipladas fauces les sea posible emitir. ¡Te evocaré!, ¡qué horror!, ¡evocarte!, ¡llamarte sombra, finado!, no… esto me da miedo. Además tendría que acompañar tan fúnebre evocación con unas llamaradas de azufre, un pedacito de luz cárdena, mortecina o lívida, y esto es molesto; tendría que proveerme de una lámpara de alcohol y de una trompetilla de pez griega, cuidando también de rematar la decoración con un mochuelo, lechuzo u otro pajarraco de lúgubre significación. Esto me carga. Temo que el azufre ataque a mi pituitaria susceptible como la de una miss y que el graznido de aquella sabandija moleste mi tímpano, delicado como el de una donna. Es preciso buscar otro procedimiento para hacerte vivir, pío lector, en la futura época que hemos convenido. ¿Qué hacemos pues? Quisiera tener un fuerte estirador con que probar la ductilidad de eso que han dado en llamar vida… Si al menos conociéramos a aquel sabandijo del marqués de Villena y pudiéramos sacar de él algún récipe de generación artificial… Si pudiéramos entendernos con el bueno de Garibay, él nos proporcionaría algún remedio eficaz para este mal crónico de la muerte prematura. ¡Es cosa triste señores! Hoy la mayor parte de los hombres se malogran a los setenta u ochenta años ¿A quién nos dirigiremos?… Ya se me ocurre. No es el marqués de Villena, ni Garibay quien nos ha de sacar de este apuro, sino el editor de El Ómnibus.
Sí: este sí consentirá que sujetemos su periódico al estirador mecánico y que probemos su ductilidad vital, (del periódico) que debe ser mucha a juzgar por la buena pasta de este periódico y esa robustez y lozanía de que hace alarde. Vivirá, no hay duda. Su organismo renovado cada día, resiste al deterioro, su espíritu puede vivir en la tierra más que estos inquietos y volanderos espíritus nuestros que no están bien en ninguna parte. De modo que vamos a emplear el procedimiento de hacer vivir a El Ómnibus ciento setenta, ciento setenta años más de los que ya tiene encima, y como la prensa es un reflejo de los tiempos y de las costumbres, en él encontraremos lo que buscamos. Imposibilitados de vivir en el año de 1950, por ejemplo, leamos los periódicos de esta época.
Figúrate, pues, lector alucinado, que este papel que en la mano tienes está confeccionado con sustancias que aún están… quién sabe dónde; que estas letras son impresas con tipos, cuyo plomo yace aún en las entrañas de la tierra, poco cuidadosa de la pica del minero; que lees lo que no se ha escrito, ni pensado; pero lo cierto al fin. Para que el número del año 2000 no nos parezca desaforadamente remoto, tomemos el asunto desde más cerca y recorramos, ¡ahí es nada!, un espacio de siglo y medio deteniéndonos cuando nos parezca conveniente, y cuando un acontecimiento extraordinario venga relatado en las columnas de esta publicación secular.
En marcha, pues: dejemos cuatro años a la espalda. Tolle et lege.
Año de 1870
Miércoles 2 de octubre. —Esta noche se inaugura el magnífico teatro que se ha construido en esta población. La comedia elegida es el Alcalde de Zalamea, una de las más célebres creaciones del insigne poeta D. Pedro Calderón de la Barca cuyo nombre ostenta nuestro nuevo teatro en su fachada. En el próximo número daremos cuenta etc. etc…
Sábado 5. —Como esperábamos la función inaugural de nuestro teatro ha sido un acontecimiento de que se conservará grata memoria por mucho tiempo en esta población. Después de haber ejecutado la orquesta la obertura del Flauto mágico [sic] de Mozart, dio principio la comedia, siendo de notar la propiedad de la escena y de los trajes, lo mismo que la escrupulosa interpretación de la magistral comedia. Los actores todos rivalizaron en acierto y fecundos esfuerzos, resultado ese conjunto armonioso, sin el cual las producciones de Calderón están tan expuestas a un fracaso. El público manifestó su agrado desde las primeras escenas. En el segundo acto comenzaron las demostraciones de entusiasmo, rayando este en frenesí durante las magistrales escenas en que se muestran con rasgos sorprendentes los caracteres de Pedro Crespo y de D. Lope Figueroa, recto, enérgico, inflexible, verdadera encarnación de la idea de Justicia, el primero; gruñón, displicente y agrio sin dejar de ser razonable, el segundo. El tercer acto, que es tal vez la expresión más grandiosa del genio de Calderón, fue oído con ese arrobamiento magnético, culto solemne de un público que solo reciben cuando está bien interpretadas, escenas como la de los celos en Otello y la de la Justicia en El Alcalde de Zalamea.
Concluida la comedia se alzó un telón de fondo y apareció el busto del poeta inmortal, rodeado por todos los actores de la compañía, que depositaban sobre el pedestal ramilletes y coronas. Entre tanto la orquesta tocaba la marcha de Schiller, pieza de un mérito y un efecto extraordinarios, compuesta por Meyerbeer para la apoteosis de un compatriota suyo, hermano y discípulo de Calderón.
Leyéronse varias poesías alusivas a la construcción del teatro y al poeta que le da su nombre; y por último, como fin de fiesta, se representó el sainete de D. Ramón de Cruz, titulado La casa de Tócame-Roque. El edificio es espacioso, rico en adornos sin ser pesado, elegante y sencillo sin dejar de ser lujoso. Sus condiciones acústicas y ópticas son excelentes. El lienzo del techo y el telón, debidos al pincel del Sr. Pla, son dos obras maestras de pintura escenográfica. En la parte semicircular del primero se ven doce grandes medallones oblongos, en cuyo centro están los retratos de seis autores dramáticos y de seis músicos. Los primeros son, Lope de Vega, Calderón, Shakespeare, Schiller, Molière y Moratín: los segundos, Mozart, Rossini, Weber, Donizetti, Bellini y Meyerbeer. Estos medallones están sostenidos por geniecillos que ostentan los atributos del drama y de la música; psalterios, arpas, caretas trágicas y liras. En el rectángulo que separa el hemiciclo del arco de la escena, se ve un pórtico que aparenta elevarse en línea vertical. Entre las columnas salomónicas que lo sostienen están dos figuras de mujer que representan el Arte dramático y la Música. La balaustrada, que adornan guirnaldas y festones, está cubierta a medias por un cortinaje que parece pender y agitarse en lo alto del recinto. Genios, cariátides, cornucopias, tirsos, máscaras, y otras figuras alegóricas adornan y completan esta obra maravillosa. El telón representa un magnífico tapiz de Persia de vivos colores, cubriéndolo en sus dos terceras partes una tela plegada de terciopelo, cuyo forro, manifestado como al descuido, es de raso blanco. No cesamos de admirar la habilidad del artista Sr. Pla, que posee el secreto de dar a cada tela el color, el brillo y las sombras que le son propios, semejando la realidad hasta el punto de engañar la vista del espectador. Son igualmente admirables las bambalinas del interior de un rojo degradado y…………
Basta ya. Adelante, lector hipocondríaco. Salta como el célebre Araña. Ante tus pies abro una zanja de 30 años. Dame la mano: no temas. A la una, a las dos, a las tres…, ¡cataplum!
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Año de 1900
Crónica local. —Con la conclusión del muelle del puerto de la Luz es considerable el movimiento mercantil de esta población. Ayer fondearon cuatro vapores ingleses de la compañía Mekinhton cargados de maderas, rails y grandes piezas de fundición y palastro para las obras del puente colgante de la vía férrea que ha de unir la ciudad de Artenara con el puerto de Agaete. —Dentro de pocos días será botado al agua el magnífico vapor de fuerza de 800 caballos destinado a la línea de la isla de la Gomera.
Con motivo de las fiestas de la Virgen de la Luz, y para que aumente la concurrencia a las ferias que se celebran en tan solemne día, se pondrán trenes de recreo desde Las Palmas al Puerto, lo mismo que de todas las comarcas del interior a las Palmas. Para este día se abrirá al público el soberbio hotel de las Cuatro Naciones que ha edificado en la plaza de la Feria la compañía Marcial Hermanos. Se activa la construcción de las dos fuentes que adornan dicha plaza, y es de creer que para el día señalado aquel sitio ya tan concurrido y tumultuoso ofrecerá un aspecto de esplendidez y magnificencia hasta hoy desconocido.
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Año de 1930
Se ha concluido el teatro de Arucas. Aseguran que se inaugura el primero del próximo mes con la comedia de Alarcón Las paredes oyen, una de las mejores del teatro antiguo.
Las reparaciones hechas en la estación del ferrocarril de Moya terminarán bien pronto, y es de creer que para la semana próxima estarán de nuevo acondicionados los doks, cuyo inesperado y fatal incendio entorpeció las transacciones que los dueños de los vapores rusos fondeados en Maspalomas habían hecho con algunos comerciantes de la indicada Moya. Esos vapores rusos traen un gran cargamento de osos blancos que se pondrán a la venta pública en los principales mercados de esta isla.
Por la línea telegráfica de Lanzarote sabemos que hoy a las 7 de la mañana han comenzado a expeler una gran cantidad de agua los pozos artesianos que en la ciudad de Haría se están abriendo hace dos meses. En la semana última hubo una fuerte inundación en la parte norte de la isla a causa de haber engrosado considerablemente los arroyos, acequias y abrevaderos que son tan frecuentes en aquel país.
El Civilizador, periódico de Fuerteventura, dice que la Academia de Bellas artes de Puerto de Cabras celebra este año certamen de pintura y escultura: el asunto que ha de ser tratado por los que aspiren al premio, es la heroica defensa de Tiscamanita contra los moros africanos que invadieron aquella isla. —Aún la opinión pública permanece dividida con respecto al suicidio de un rumiante acaecido en Jandía, acontecimiento que ha originado tan calurosos debates en la prensa inglesa.
No sabemos si el observatorio astronómico de la isla del Hierro publicará este año la Memoria sobre sus trabajos, que con tanto afán esperan los sabios. Los diarios más radicales de aquel país guardan un silencio muy significativo acerca de la situación hostil en que se ha puesto el meridiano.
La isla de la Palma sigue siendo objeto de acalorados comentarios. Es indudable el retroceso geográfico de esta isla. Según las observaciones hechas por algunos geólogos de los Llanos, la isla se aparta del archipiélago paulatinamente en dirección al sur, avanzando 40 metros por año. Esto es debido a los infinitos cangrejos que habitan aquel dulce país, y la retroactividad de estos seres hace que se aleje de nosotros una de las más bellas ínsulas de nuestro archipiélago.
No es cierta la alarmante noticia que ha cundido por aquí relativamente a que se desarrolle una nueva epidemia en Santa Cruz. ¡Harto ha sufrido con la fiebre amarilla esta población! Hoy la salud pública está asegurada. La poesía lírica, es verdad, comenzó a hacer algunos estragos en los barrios más prosaicos; pero la junta de Sanidad tomó precauciones tan acertadas y prontas, que el mal fue cortado en su nacimiento, siendo pocos los casos de muerte: un zapatero murió en el hospital de un ataque de elegía, y una joven falleció también después de una larga agonía en tercetos y en silvas. Los demás casos fueron de poca importancia: irritaciones de octavas reales, cólicos de arte mayor, y alguno que otro accidente nervioso en romance o seguidillas. No se asusten nuestros lectores: merced a las fumigaciones y a la cuarentena que observan los cargamentos de numen poético que vienen de la península, la rima ha desaparecido de la capital.
(Aviso a los suscriptores. Desde el primero del mes entrante, El Ómnibus será periódico diario: haremos dos tiradas de 10.000 ejemplares para complacer a nuestros innumerables favorecedores. Diríjanse las correspondencias al boulevard del infierno, (antes callejón de la Gloria).
Vamos: otro salto, lector zanquilargo. A ver lo que nos dice El Ómnibus de 1950.
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Año de 1950
Sección editorial. —Notabilísimo es el discurso pronunciado ayer por el Sr. X en el solemne acto de recepción en la Academia de Historia. Refiriéndose a la remota época del siglo pasado decía:
«De la segunda mitad de siglo XIX data nuestro adelantado moral y material. Entonces comenzó a progresar el cultivo de las plantas a que debemos nuestra valía como agricultores. Los productos que en los mercados del extranjero y en las frecuentes exposiciones extranjeras ponen de manifiesto nuestra laboriosidad y riqueza, fueron en aquel tiempo objeto de penosos ensayos, que la impericia unas veces y la obstinación y rutinarios procedimientos de los labradores otras hacían ineficaces. Al través de un siglo, aquellos ensayos han podido ser fecundos: y hoy, señores, gracias a una constancia sin ejemplo, la faz de nuestra agricultura ha cambiado, la industria, creada en este período, ha adquirido desarrollo y fama.
»Solo al abrigo de esas poderosas fuentes de riqueza han podido realizarse las mejoras materiales que hacen de nuestra isla uno de las más cultos países de la tierra. Ábrense múltiples líneas de comunicación que enlazan los pueblos más remotos. Son vencidos los obstáculos de un terreno accidentado y sinuoso; desentráñanse ricos filones de agua que fertilizan terrenos desde remoto tiempo incultos; eriales de ayer se ofrecen hoy a la explotación; lo que fue más agreste se trueca en lo más ameno y apacible; y siguiendo a la tierra en su fecundo desarrollo, los espíritus no enervados ni entorpecidos por la prosperidad, se perfeccionan también, adquieren lucidez y energía, ofreciéndonos al par de lozanía y vigor la vegetación, la exhuberancia y esplendidez de los entendimientos (murmullos de aprobación).
»Ved, señores académicos, el progreso de las artes. En nuestro país se han creado grandes centros de enseñanza, Academias, colegios y conservatorios, a donde acude la juventud ansiosa de templar en el ameno y grato cultivo de las cosas bellas, la aridez de una vida siempre laboriosa y agitada».
Y más adelante dice:
«Innumerables buques de vapor concurren a nuestra bahía dándonos la materia primera, elemento de la industria canaria, en cambio de los productos agrícolas y químicos que han de expenderse en los mercados de Inglaterra y Francia. Nuestra posición geográfica no es el menor motivo de que concurran a estos puertos todos los convoyes que cruzan el Atlántico. Hoy que las naciones europeas han llevado la civilización al centro de África, y que la costa de Guinea está cubierta de poblaciones florecientes; hoy que se fundan en el hemisferio austral nacionalidades de gran importancia política y comercial, nuestras islas, punto de descanso entre estos pueblos y la vetusta Europa, sienten el influjo de ambos hemisferios, reciben gente de una y otra parte, sirven de plaza a sus contactos mercantiles, favorecen sus transacciones, y hacen menos violenta y dura la diferencia que el clima, las costumbres y la legislación han establecido entre los pueblos que, en tan opuestas zonas habitan. (Bien, bien)
»Señores voy a concluir: prestadme atención un momento más. La providencia benigna ha hecho desaparecer de nuestro suelo las calamidades que en otro tiempo las azotaron. Ojead la historia. En la época que anteriormente he citado encontraréis períodos de preocupación, años terribles, días de luto, de desaliento, de duda. Permitidme recordar un detalle histórico relativo a aquellos tiempos. Era tal la morosidad con que en algunas obras públicas se trabajaba, que el vulgo, dado siempre a imaginar causas fatales y a urdir consejas supersticiosas, decía, que en lo profundo de las aguas que rodean nuestro muelle existía un genio maligno, un tritón odioso, un monstruo de la familia de los ogros, que no permitía que ese muelle se concluyera jamás, deshaciendo de noche lo que durante el día se construía con afanes sin cuento. (Risas)
»Esta fábula semejante a la de la catedral de Colonia, es hoy un apólogo curioso que han aprovechado los cantores de nuestras tradiciones. ¡Oh! ¡Señores! Todas las creaciones del vulgo tienen un gran sentido. ¡El Ogro existía! Pero oponed al Ogro Escasez, el Ogro Trabajo, y la obra difícil tocará a su fin. El monstruo creado por la imaginación popular está encadenado y en lo profundo del agua roe colérico y humillado la muralla que hoy penetra inquebrantable en el Atlántico; los cimientos poderosos de esta construcción, en cuyo ancho recinto ondean las banderas de todas las naciones, resisten el embate malévolo del tritón invisible. No creáis en demonios que destruyen la obra progresiva de los hombres. El muelle se concluye; la tierra impelida por el hombre avanza al encuentro de los bajeles amigos. La catedral de Colonia se termina también: la piedra impelida por el hombre avanza también en el espacio al encuentro del Cielo. (Aplausos)
»No os molestaré más. Concluyo: bastante he abusado de vuestra atención. (no, no) Todas esas preocupaciones han concluido. Nuestro suelo siempre fecundo nos ofrece una riqueza considerable. Ennoblecidos por nuestro trabajo, seguiremos en nuestro propósito con orgullo. Somos el más preciado tesoro de la nación española, y con envidia o admiración nos contemplan las provincias hermanas. Vivamos pues tranquilos y laboriosos hasta la muerte, y cuando está llegue, no sintamos desaliento ni flaqueza. ¿ Pues qué?, ¿ha de asustar la idea de la muerte a los que han vivido para el trabajo? No. Y si por nuestras conciencias nada tenemos, tengamos igualmente tranquilidad por nuestros hogares, ¿qué nos importa morir? Nuestros hijos han aprendido a ser activos». (Nutridos y prolongados aplausos)
…………
¡Mayoral! Eh —adelante— 10 años por segundo— ¡a escape!… Soooo… basta… hemos llegado.
Año de 1960
Crónica local. —El gran teatro de Rossini construido en el boulevard del regente (ex callejón) se inaugurará con la ópera Guillermo Tell en obsequio al inmortal compositor que le da nombre.
Haciendo excavaciones en la plaza del Príncipe Alfonso para renovar la cañería del gas, se han encontrado los restos de un palacio que en tiempos remotos parecía elevarse en aquel sitio. Según los arqueólogos este palacio no se elevaba sino que más bien estaba hundido en la tierra, siendo una especie de gruta o catacumba oculta a las miradas de la gente. Por algunos de los arcos que aún están en pie se colige que perteneció al estilo bizantino mozárabe. Junto a esto que no se sabe si fue palacio, cisterna o logia de fracmasones, se ha encontrado un vestíbulo que parece estuvo abierto al exterior. En una de las paredes se lee la inscripción siguiente:
Hic Phabellus miserum resolvit lites.
Los anticuarios no están acordes respecto a la significación de estas palabras: Unos creen que algún filósofo antiguo explicaba allí las ciencias divinas y humanas, teniendo aula sin techo y auditorio sin bancos como Platón en el jardín de Académicos. Otros piensan, y esto nos parece más fundado, que algún jurisconsulto cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros, tenía elegido aquel sitio para conocer de los litigios de los pobres.
—El gran baile de etiqueta dado hace pocas noches en la Aldea de S. Nicolás, estuvo brillantísimo según dice El Cosmopolita, periódico que se publica en aquella población. Concurrieron las autoridades civil y militar, los cónsules de Francia e Italia, y la oficialidad de los cuatro navíos rusos que están actualmente fondeados en aquel puerto. Las damas llamaron la atención por su donaire y elegancia. El periódico satírico de Agaete titulado El potro, dice que su galantería habitual, refiriéndose a dicho baile, que los extranjeros notaron en las damas una coquetería peligrosa y terrible, hija de un excesivo refinamiento de cultura.
En Mogán ha habido carreras de caballos. Este verano ha sido tan numerosa la concurrencia de bañistas a aquel sitio que los hoteles se llenaron y fue preciso improvisar pabellones y tiendas para dar hospedaje a los viajeros que de los cuatro polos de la isla acudieron. En el gran salón del Casino se dieron magníficos conciertos y reuniones espléndidas. Ha habido también brillantes partidas de whist lauscanet y burro.
El jardín zoológico de Artenara ha sufrido una gran mejora en el último mes. A las ricas colecciones de topos que eran su principal tesoro se han añadido unos paquidérmicos que son la delicia de aquel hermosísimo parque. La sociedad ptográfica (sic) ha concluido la clasificación de plantas incluyendo en ellas unos magníficos ejemplares de ricino y dos pencas de tunera del tamaño de un aspa de molino, únicos restos de la vegetación antisecular que dicen fue la riqueza principal de nuestros mayores.
En Tejeda habrá este año gran exposición de carneros.
Un profundo filósofo de Guía ha publicado una obra dividida en cinco tomos con el título de El queso histórico y filosóficamente considerado. Las cinco partes de esta interesante obra se denominan. 1.a— Teoría general del queso. 2.a—El queso en Roma. 3.a—Influencia del queso en la economía animal. 4.a—De las distintas opiniones que se han emitido sobre el queso. 5.a—Del ratón.
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Al tren, al tren… 10 años por segundo… tan tan, tan… Para. —Estación de 1980. — Quince minutos de descanso.
Año de 1980
Folletín. —Nuestros lectores verán con gusto el siguiente diálogo entre un amante de las glorias patrias y un amante de la horticultura.
(La escena es un invernáculo).
— ¿Pero está V. seguro, señor don Justo, del éxito de su descubrimiento?
— Tan seguro como de que este es día, señor don Pastor.
— Pero hombre, me temo que se va V. a hacer inmortal.
— Mire V. la planta. (Aquí se cala cada uno un par de anteojos descomunales con vidrios laterales. Tocan a cuatro lentes por cabeza). Esta planta es originaria del barranco Mekong en Dahomey de donde la traje hace pocos meses. Pertenece a la clase de la bulbáceas y su aplicación al arte culinario es tan ventajosa que bien puede decirse que es la negación de este arte tiránico. Como V. ve, esta planta está compuesta de hojas delgadas y largas, continuación de las capas concéntricas que forman el bulbo. Estas capas examinadas químicamente contienen entre otras sustancias orgánicas una gran cantidad de gelatina. Ahora bien, pasemos al efecto que esta albúmina puede hacer en la economía del hombre. Cuando la planta llega al séptimo mes se corta y se pone a secar. Bien pronto las capas del bulbo adquieren consistencia sin llegar a la rigidez ni a la dureza. Entonces se las sujeta a la acción del vapor de agua durante unos cuantos minutos, y después se las sumerge en una disolución de potasa en que entren dos novenas partes de ácido por siete de agua. A la cuarta inmersión se desmorona la planta y con un procedimiento mecánico se pulveriza.
— ¿Y qué tenemos con esos polvos?
— Harina, diga usted. Pasemos a otra cosa. Usted sabe que la ciencia moderna ha conseguido señalar las causas del hambre. Bien sabe V. que esto proviene de una falta de equilibrio en los elementos que componen el cuerpo humano. Por efecto de la relajación sistemática de ciertos órganos desaparece una gran cantidad de gelatina que es necesario restituir al cuerpo: de aquí la vulgar función orgánica que se llama comer. Los hombres no han podido inventar otro procedimiento que el de esta serie de actos que comienzan en la prehensión y concluyen con la desecación. Pues, basta encontrar una sustancia que suministre al cuerpo la dosis necesaria de gelatina para que se establezca el equilibrio. Esta sustancia yo la he encontrado… yo, yo.
— ¿Conque esa harina?…
— Con esta harina se hace una pasta, con la pasta se hace un panecillo del tamaño de una guinda garrafal, y con esa guinda garrafal ya tiene usted alimento para tres semanas.
— De modo que, comiéndose una guinda…
— Sí señor. Puede V. suprimir la sopa, el puchero, la ropa vieja, el salmorejo y el frangollo.
— Pero ni siquiera un cabritillo frito para hacer boca.
— No hay necesidad de nada. Cada tres semanas una pastilla.
— Pero ni un pedacito de tollo asado para…
— Nada absolutamente. Vea usted…, ¿de qué tengo yo cara? (El señor don Justo es un hombre que tiene cara de tragarse una ternera, media pilla de pescado y un quintal de papas veraneras para hacer boca).
— Usted tiene cara de haber almorzado hoy cuatro veces y comido dos por lo menos.
— Pues desde el día de la Virgen de la Antigua no pruebo bocado. Con mi pastilla que tomé hace dos semanas…
— Pero, hombre, eso es prodigioso.
— Con una pastilla cada tres semanas los hombres robustos, media pastilla los débiles, y las damas con la sexta parte de una pastilla. Los niños tomarán una cada año y los enfermos se alimentarán con el olor.
— Pero, hombre, eso es archiprodigioso. ¿Y a cómo venderá usted sus píldoras?
— ¡Oh amigo! Nuestras islas se van a convertir en siete montones de oro con mi procedimiento. Aunque el cultivo de esta planta exige trabajos inmensos, yo creo que al fin se propagará. Nos dará un resultado magnífico. Figúrese usted, ¡qué descubrimiento! Ni Copérnico, ni Galileo, ni Colón, ni Gutenberg.
— Cuando digo que usted se nos va a hacer inmortal.
— Todo lo hago por mi patria. Mi deseo es engrandecer la tierra que me ha criado y me sostiene. Cultivando este comestible panacea, los canarios serán los primeros agricultores de la tierra. El secreto no saldrá de nosotros, y si los demás aprenden de nosotros, inventaremos otra cosa.
— ¿Qué inventaremos, señor don Justo?
— Inventaremos…, ¡qué sé yo!, algo más grande aún… La planta de la inmortalidad.
…………
Año de 1999
Dos de noviembre. Ayer fue numerosa la concurrencia que visitó los cementerios.
— ¡Cementerio!, ¿eh?, veo que frunces el ceño, lector cachazudo, y que dejas a un lado El Ómnibus, escamado, como hoy se dice, por la lectura de eso de los cementerios. Ciertamente eso me huele a gente muerta. Basta de lectura. Guardemos en el bolsillo el periódico inmortal y reflexionemos sobre eso de los muertos, que juzgo es cosa seria y que no se presta a burlas por la cara de catafalco que has puesto. En cuanto a mí, no me asusta el cementerio de las Palmas considerado bajo la inminencia de esta fecha, ¡1999! Una calle de árboles más, una galería de nichos donde antes había una pared, una serie de nombres con letras doradas, negras o verdinegras donde antes había…, ¡qué sé yo lo que había antes! Mira con atención: verás aún los despojos de la gran fiesta lacrimatoria de ayer, dos de noviembre; verás reliquias de ofrendas dolorosas: a un lado flores artificiales que representan con mentido color, con simulada frescura, el perenne sentimiento del hijo, de la madre, del esposo, que las compró y las puso allí; a otro, flores naturales, que ajadas ya y descoloridas son el adorno más propio de las cosas muertas. Aún están allí los hachones de cera que ayer brillaron tristes y lacrimosos como todo lo que arde durante el día; aún se ven también los objetos de ornamentación sepulcral, esa quincallería de dos de noviembre que se vende en las tiendas de juguetes pueriles y de loza fina. ¡Oh, el alabastro y el estuco han realizado el sueño de una imaginación fúnebre! Jamás el arte de pacotilla ha producido tal vanidad de símbolos dolorosos: ángeles que parecen heroínas de alguna novela sentimental del tiempo de madame Genlis, tumbas que parecen cubetas urinarias, obeliscos semejantes al sombrero de Héctor, sauces que no son otra cosa que retamas vueltas al revés, urnas cinerarias al uso pagano, con sus correspondientes cabezas de carnero y sus asas en figura de bucentauro, al estilo de la vía Appia, todo esto se ve grabado por el cincel de un artista lúgubre, y esto se clava, o se apoya en el rincón de la tierra donde yace… ¡Singular programa de angustia! Si el cementerio no parece el muestrario de… una… iba a decir de una prendería; pero no lo diré por respeto a los muertos. Los vivos nada me importan: no pueden oírnos; que pasado el día de la feria sepulcral se guarda muy bien de venir a estos sitios.
¡1999! ¡Cuánta gente ha muerto! Ves cuántas gavetas ocupadas hay en este gran armario. Si no temiera decir una barbaridad lo compararía a… Vamos, no lo comparo. ¡Cuánta gente ha muerto! ¡Cuánta gente! ¡Y qué bien acondicionados están! Jamás el sistema celular ha dado tan positivos resultados. Me gusta esa igualdad de ultratumba. Un canon pagado religiosamente es causa de esa igualdad. Ya desaparecieron aquellos privilegios irritantes que erigían mausoleos y decoraban con cenotafios la tumba de un… Vamos, tampoco lo digo. ¡Oh, singular armonía!, ¡magnífica fraternidad de todas las gentes! ¡He aquí el modelo de las repúblicas! Platón se hubiera quedado bizco y Jerónimo Paturot apalastrado… Y si no me engaño, el ancho recinto está dividido en series… a ver: leamos. Cada serie es medio siglo. Veamos la segunda mitad del siglo XIX. ¡Cuánta gente ha muerto! Uno, dos, tres, veinte, ochenta, quinientos, mil. ¿Quién cuenta eso? Leamos algunos renglones de este inmenso cartel de defunción secular. En aquel ángulo dice «Aquí yace D. A. L. B. letrado eminente y patricio benem…; al lado dice D. D. J. N. distinguido profesor y facultativo…; —(dame tus lentes que no veo bien)— más abajo: D. E. Q. matemático, D. R. P. humanista y letrado, D. J. L. y C. ingeniero, D. D. I. músico, D. M. C. periodista y editor, D…». No puedo leer más; pierdo la vista. Aquí en este rincón a lo que entiendo, están los que no hicieron ni dijeron, ni intentaron cosa buena ni mala, los desheredados del aura popular y de la fama, el vulgo en fin ¡El vulgo! Mira, aquí estamos nosotros, los oscuros, los olvidados, tú, lector, y yo. ¡Allí! Allí estamos, ¿lo ves? Aquí yace la cachaza, dice en el de arriba, aquí reposa la impertinencia, dice el de abajo. Oh la posteridad ha estado justa. A ti te han puesto la calificación que te convenía por haber tenido la paciencia de leer esto, y a mí la que mejor me cuadraba por haber escrito. Tú y yo —quién lo creyera— hemos tenido la extraña ocurrencia de andar a salto de mata por esos siglos de Dios. Volvámonos a casa que hace frío. Coge una azada, arremángate, da un resoplido y ponte a cavar esos terrones que heredaste. Un quintal de cochinilla será tu recompensa. Yo me iré a escribir unos garabatos, no en El Ómnibus de 1999, sino en este que anda con paso tardo, pero seguro, que vive lentamente, pero robusto y sano; que es un periódico formal, recto, pensador y… (¿cómo diremos?) cachazudo.
H. de V.
Las Palmas, 10 de noviembre de 1866.