[Narración] La república de las letras, de Benito Pérez Galdós

LA REPÚBLICA DE LAS LETRAS

La idea de este periódico ha tomado cuerpo con inopinada rapidez, seguro indicio de a necesidad de su existencia. Ha sido uno de esos estímulos de la vida intelectual que, por su extraordinario poder expansivo, pasan velozmente de la intención de todos á la voluntad de muchos, y de ésta á la ejecución realizada por unos cuantos. Con más ó menos presuroso nacimiento, ello es que ya vive La República de las Letras, y dispuesta la vemos á cumplir el ideal programa que trajo de aquella colectiva intención é que debe su origen. Naturalmente, como nacida de un intenso deseo juvenil, ni aun pasando por manos maduras y por temperamentos enfriados ya de la edad, pierde su inicial naturaleza de aventura un tanto temeraria; no se despoja del carácter inherente á toda obra más inspirada que reflexiva, y trae consigo la dulce imprevisión, el entusiasmo de corazón ardiente y vendados ojos, y la confianza en las propias fuerzas. Adelante, hija; ya estás en el mundo de les vivos; agárrate bien á la existencia, y procura aumentar tu vigor á cada paso que dieres; fortalécete con la actividad, la paciencia, la tolerancia; ten las potencias del alma bien despiertas y vigilantes, y no mueras mientras dure en tu patria la vital atmósfera de arte y letras que hoy, por fortuna, respiramos.

Esta humilde República de los que no gobiernan, ni legislan, ni ponen su mano desinteresada en el mecanismo político y económico de la nación, no viene á mover guerra entre los espíritus, sino paces; no es movida de la rabia de destrucción, sino del generoso anhelo de que algo se construya; no pretende cerrar horizontes, sino ensancharlos, para que todas las hechuras del pensamiento y de la fantasía puedan llegar a los términos distantes de la publicidad. Quiere este periódico agrandar el territorio de la literatura receptiva, de la mansa República de lectores. Ya que no nos sea posible disminuir la cifra desconsoladora de analfabetos, aumentemos la de los que, poseyendo’ el don de lectura, no leen; la de los que leyendo no entienden, y la de los entendedores ociosos que no han adquirido la curiosidad y el gusto de las sensaciones inefables encerradas en el negro arcano de las letras de molde.

Buscamos lectores, los perseguimos y los sacaremos de donde quiera que estén metidos, para traerlos al conocimiento y goce de todos los ingenios, deparando á los jóvenes mayor difusión de sus trabajos, y á los inéditos y obscuros la claridad á que tienen derecho. Para esto, La República de las Letras ofrece al público español no sólo la suma grande de frutos del ingenio que aquí se producen, sino también una recopilación fácilmente asimilable del saber y del imaginar de otras naciones, recogiendo el caudal de las Revistas extranjeras para difundirlo entre nuestros lectores. Así, el aristocratismo de las publicaciones costosas quedará desvinculado y vulgarizado, entranado en el acervo democrático de los conocimientos. Si todo lector tiene derecho á un público más ó menos crecido, según su mérito y constancia, todo lector tiene derecho al pan intelectual, sabroso para los que aman la belleza, nutritivo para los enamorados de la verdad.

Se dirá que la Prensa diaria y sus poderosos rotativos realizan cumplidamente esta misión civilizadora. Así es: gracias á esa fuerza, elevada á su mayor poder en nuestros días, ha podido España aproximarse al corro de las familias europeas. Pero la gran Prensa tiene bastante con la inmensa obra de condensar la opinión en las materias de necesidad primaria, como son el vivir político y económico de la Nación. Subalterna es hoy para ella, no sin motivo, la vida literaria y artística. Pero mientras llega ocasión de establecer en la Prensa diaria el necesario equilibrio entre todas las manifestaciones de la inteligencia, adquiriendo la Literatura y las Artes lugar y crédito mayores del que hoy tienen, demos á lo nuestro, y este germinar del pensamiento y la fantasía, toda la representación que merece; condensemos su fuerza; reunamos y agrupemos los cerebros que en ello trabajan para que se vea toda su riqueza y variedad; establezcamos, no frente á la selva de la Prensa diaria, sino á su lado, un vivero humilde donde se críen y fomenten innumerables inteligencias, que irán á la conquista del público, así en el campo del Libro como en el del Periódico.

Si esta institución inocente y desinteresada proclama como su primer dogma la paz entre los Repúblicos de las Letras, no por eso proscribe la libre expresión del pensamiento, sin más limitaciones que las que imponen el mutuo respeto y la buena crianza. La cofradía de tantos espíritus, .con una sola tribuna en que hablar á las muchedumbres, ha de dar más campo á la variedad que á la unidad. Hemos de ver criterios diferentes y contradicciones palmarias. ¿Pero quién puede asustarse de la contradicción en estas alturas tempestuosas en que nos hallamos? ¿Quién será el guapo que nos traiga una dogmática, inmutable unidad de formas estéticas, y que al traerla nos la robustezca con el ejemplo, dándonos un. magno símbolo de belleza, ante el cual ningún artista contemporáneo deje de prosternarse con admiración y acatamiento? ¿Quién atajará las disputas, quién hallará el remedio de las contradicciones y la clave de la unidad, cuando nos hallamos, en la mayor ebullición de ideas y principios que han visto los tiempos?… Reconozcamos en nuestra edad más vibración de nervios desmandados que impulso persistente de caudal sanguíneo. Nos hallamos en la turbación y demencia que preceden á las grandes transformaciones del vivir humano, no por cierto en lo tocante al artificio político, que es cosa bien superficial y subalterna, sino á lo más esencial, á lo que más vivamente interesa á los cuerpos y las almas, al comer y al pensar, al sentir y al poseer.

¿Quién extrañará que esta inquietud precursora de movimientos grandes se manifieste en el reino del arte, sometido al gobierno de la imaginación, que ya es por sí revoltosa y quimerista? Nuestra República no excluirá, pues, sistemáticamente las contradicciones, por las cuales más vendrá sobre ella vida que muerte. Confía en ser asistida y alimentada por la muchedumbre de ingenios, y anhela que éstos traígan en sus variadas manifestaciones la honrada sinceridad y el entusiasmo. Tanto hielo tenemos por desdicha en la España contemporánea, que sería locura condenar el choque de ideas, padre del calor y abuelo de la fuerza.

Madrid, Mayo de 1905

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