Los orígenes de la capilla de Santa Catalina, de la catedral de Sigüenza, y la estatua sepulcral de don Martín Vázquez de Arce

Autor: Serrano y Sanz, Manuel, 1868-1932
Notas de reproducción original: Edición digital a partir de Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 88 (1926), pp. 186-215, 2 h. de lám.

Hay en la Catedral de Sigüenza una estatua sepulcral famosísima, la de don Martín Vázquez de Arce, que es de las obras más hermosas del Renacimiento. Su genial autor supo, en horas de feliz inspiración, comunicarle intensa vida, juntando en ella la serenidad del Arte griego con el más intenso esplritualismo cristiano (1). Repre­sentóse a don Martín, no muerto, ni acongojado por el dolor de sus heridas, sino con la tranquilidad del justo que, habiendo lu­chado heroicamente por la Religión y la Patria, se conforta con la lectura de un libro piadoso, y espera con majestuosa calma el instante en que los ángeles lleven su alma a la presencia de Dios. Su agonía no es tempestuosa, convulsiva, cual suele ser la de los que caen en el campo de batalla, sino el crepúsculo de plácida tarde, lleno de suave melancolía, cuando el sol oculta su rojizo disco en la lejanía del horizonte. Quién fué el autor de figura tan maravillosa, es hecho que hasta ahora no se ha podido averiguar. Como anónima la dan cuantos han escrito acerca de la Catedral de Sigüenza, uno de ellos el inolvidable arqueólogo don Manuel Pérez Villamil. Yo he visto, no solamente los documentos del Cabildo, sino los -del archivo particular de la capilla de Santa Catalina (2) y nada he podido hallar que resuelva esta cuestión. Pero como los datos históricos suelen estar muy enlazados, y los más insig­nificantes al parecer pueden llevarnos al conocimiento de otros, publico lo que he averiguado acerca de Martin Vázquez de Arce y de su familia; materia de la que nadie hasta ahora se ha ocupado sino muy ligeramente, limitándose a copiar los datos contenidos en las inscripciones sepulcrales de la capilla de Santa Catalina.

Tenemos como hecho casi cierto que don Martín Vázquez de Arce nació en Guadalajara, donde pasaron la mayor parte de su vida sus padres, don Fernando de Arce y doña Catalina Vázquez de Sosa. Eran éstos de gente hidalga, pero no muy sobrados de bienes. Los que poseían en Sigüenza y varios pue­blos comarcanos, como Palazuelos, Horna y Mojares, no les daban lo suficiente para vivir con la holgura correspondiente a su nobleza, por lo que hubieron de acogerse a la generosa pro­tección de la Casa de Mendoza. Don Fernando fué secretario de don Íñigo López de Mendoza, segundo Duque del Infantado (3), y su hijo don Fernando, Prior que fué del Cabildo de Osma y después obispo de Canarias, debió a la influencia de don Pedro González de Mendoza no pocos beneficios en la dió­cesis de Sigüenza y otras cercanas, las de Ávila y Toledo;, con las rentas que le producían atendió a las necesidades de sus padres, hecho que éstos reconocieron cuando en el año 1497 otor­garon su testamento en Guadalajara, confesando que por espacio de más de veinte años habían recibido de don Fernando mayores cantidades de lo que valían las fincas que poseían en Sigüenza. y tierras de Medinaceli.

Don Martín Vázquez de Arce fué el menor de sus herma­nos. Nació en Guadalajara el año de 1461, pues consta por una inscripción de su sepultura que tenía veinticinco cuando mu­rió en la vega de Granada. Es muy probable que debiera el hábito de Santiago, lucrativo en aquellos tiempos, a don Íñigo López de Mendoza, segundo Duque del Infantado. Lo cierto es que en 1486, cuando éste acudió con sus tropas a la guerra de Granada, y causó admiración la riqueza con que las pre­sentaba, fueron con él don Martín y su padre, ocupando segu­ramente cargos de importancia, dada su categoría (4). Las huestes del Duque tomaron parte en hechos de armas casi todos gloriosos, cuales fueron el porfiado asedio de Loja, que al fin cayó en poder de los cristianos, y la conquista de Íllora, Montefrío y Moclín (5).

Tomada la villa de Moclín, fue el Rey a talar la vega de «Granada, para quitar fuerzas a los moros, quienes, aprove­chándose del terreno, surcado por numerosas y hondas acequias, opusieron notable resistencia. En una de aquellas escaramuzas, las tropas mandadas por don García de Osorio, Obispo de Jaén, y por el corregidor Francisco de Bobadilla, cayeron en una celada que con astucia les preparaban sus enemigos con el acostumbrado engaño de simular una fuga; hecho que refiere así el cronista Hernando del Pulgar:

“Los moros… soltaron el río de Guadaxenil para que co­rriese por una acequia grande que rodeaba el circuito donde aquellos caballeros christianos se habían metido. E como los vie­ron atajados con el agua, tornaron contra ellos con recio aco­metimiento. Los christianos cuando se vieron en aquel peligro, algunos que ovieron mayor esfuerzo pelearon con los moros; otros se retraían y trabajaban por pasar el acequia e salir de aquel lugar. El Duque del Infantazgo como vió al Obispo e al Corregidor con sus gentes en aquel peligro, mandó volver sus enseñas, e a gran priesa pasó la batalla de sus ginetes el ace­quia, e socorrió a los de aquellas escuadras que estaban pe­leando con los moros. Los moros que estaban firiendo en los christianos, quando vieron que la gente del Duque volvía a socorrer, tornaron a fuir… Murieron en aquella pelea dos ca­balleros principales; el uno se llamaba el Comendador Martín Vázquez de Arce, y el otro se llamaba Juan de Bustamante, e otros algunos de los christianos (6).”

Así murió gloriosamente en sus mejores años don Martín Vázquez de Arce, casado muy joven con una doncella cuyo nombre desconocemos, y padre de una hija, doña Ana, por lo que más adelante emparentó la familia de los Arces con el linaje de Mendoza.

Traído el cadáver de don Martín, eligióse para su sepultura, la Catedral de Sigüenza, de cuya ciudad era, según parece, su padre don Fernando, y donde éste había edificado una casa, que luego fue palacio de los Marqueses de Bedmar, y es un curioso ejemplar de arquitectura civil del último tercio del si­glo XV, modelo de sencilla elegancia (7).

Poco después de morir don Martín, su hermano don Fer­nando solicitó del Cabildo de Sigüenza licencia para que los restos de aquél fueran sepultados en la capilla de Santa Catalina. El Cabildo, habida junta el 13 de julio de 1486, accedió a lo que pedía don Fernando, pero sólo a título provisional, por cuanto había enterrados allí algunos caballeros del linaje de La Cerda (8) y era necesario ver los derechos que esta fa­milia tenía en dicha capilla (9).

A 9 de septiembre del mismo año el Cabildo autorizó a don Fernando de Arce y a su padre para que hiciesen dos arcos en la capilla de Santa Catalina, donde fueran enterrados ellos y doña Catalina Vázquez de Sosa, con tal que diesen a la Mesa capitular una renta de 5.000 maravedís, en beneficios simples o en préstamos, anejados canónicamente por bulas pontificias (10).

Pocos meses después, a 9 de enero de 1487, celebróse un acuerdo entre don Fernando de Arce, su hijo el Prior de Osma y el Cabildo, en virtud del cual éste les daba derecho a ser se­pultados en la capilla de Santa Catalina ellos y sus descendien­tes, con tal que fundasen una capellanía mediante anexión de be­neficios que produjesen 18.000 maravedís de renta anual. El Cabildo se obligaba a decir una misa diaria en dicha capilla, y a que les fuesen hechas cumplidas exequias funerales a los pa­tronos que fallecieran. El convenio era provisional, pues había que contar antes con la familia de La Cerda, que tenía allí algu­nas sepulturas, para ver si querían o no fundar una capellanía, pues en tal caso gozarían de derecho preferente (11). La contes­tación fué indudablemente negativa; pero aun así, transcurrieron varios años hasta que la capellanía y el patronato de los Ar­ces en la capilla de Santa Catalina fue un hecho decisivo.

Al fin, el 21 de septiembre de 1490, se firmó una concordia entre el Cabildo y el prior don Fernando de Arce, a quien se concedió el nombramiento de un capellán con 7.000 maravedís de renta (12).

Más adelante, a 18 de abril de 1491, se ratificaron los conve­nios de 1487 y 1490, una vez agregadas a la Mesa capitular das rentas de los ciertos beneficios y préstamos que don Fernan­do de Arce, prior de Osma, tenía en Romanillos, Ríosalido, Trijueque, Casillas de Atienza y Alepus (13). En este documento se honró la memoria de don Martín Vázquez de Arce, y añadiéronse algunas cláusulas, como la de ir el Cabildo en proce­sión a la capilla el día de Santa Catalina. La más interesante es ‘la que confiere al comendador don Fernando de Arce y a su mujer doña Catalina Vázquez el derecho de hacer en medio de ‘la capilla sepulcros planos o elevados, para sus cadáveres y para los-de sus descendientes, y abrir arcos en los muros: arcus in circuitu murorum eiusdem cappelle in. quibus illorum sepulchra fiant, construere et edificare semel et plures, prout eis et suis descendentibus ad perpetuandam ipsorum memoriam videbitur ex pedire. Lo cual parece dar a entender que en aquella fecha no estaba construido el sepulcro de don Martín, cuyo cadáver yacía enterrado en el suelo, sin más que una inscripción, pro­bablemente la misma que hoy vemos en el fondo del arco donde está su sepulcro.

Como se ve, todos los gastos ocasionados en la fundación de la capilla fueron a cuenta de don Fernando de Arce, mo­delo de buenos hijos, que tan generosamente había empleado sus rentas para que sus padres viviesen con la holgura que su condición noble requería. Por ello, cuando el comendador don Fernando y su mujer doña Catalina Vázquez de Sosa otorgaron su testamento en Guadalajara el 1 de enero de 1497, le mejo­raron considerablemente, de tal modo que a los demás herederos quedaba una parte pequeña del patrimonio. Pero el mismo día otorgó don Fernando de Arce una escritura, en Sigüenza, por la que cedía los bienes que le donaba su padre a su sobrina doña Ana de Arce, con obligación de transmitirlos ínte­gros a uno de sus hijos; en caso de extinguirse la descendencia de doña Ana, pasarían a los hijos o nietos de doña Mencía Vázquez de Arce y don Diego Bravo de Lagunas (14). El comendador don Femando murió a 14 de enero de 1504 y su mujer doña Catalina Vázquez a 17 de septiembre de 1505 (15).

Su hija doña Mencía estaba casada desde antes de 1497 con Diego Bravo de Lagunas, de noble familia. Doña Ana de Arce, hija de Martín Vázquez de Arce, contrajo matri­monio, años después, con don Pedro de Mendoza, señor de Almazán, por lo que residió muchos años en esta villa. En 1522 era ya viuda, y por no dejar descendientes pasó luego a los de doña Mencía y don Diego Bravo el patronato de la. capilla de Santa Catalina.

Expuestas brevemente las noticias que he podido hallar acerca de Martín Vázquez de Arce y su familia, haré algu­nas indicaciones acerca de cuándo fué hecho su sepulcro y del grupo de artistas en que debe ser buscado el autor de­ obra tan exquisita. La fecha creo que aparece bastante clara de dos docu­mentos ya mencionados: la concordia celebrada por el Ca­bildo con don Fernando de Arce, a 18 de abril de 1491, y el testamento de don Fernando de Arce y su mujer doña Ca­talina, hecho en Guadalajara el 1 de febrero de 1497. Del primero se deduce que no estaba labrado el sarcófago de don Martín, pues da permiso para abrir arcos en el muro, prueba de que no los había. En el segundo, al hacer mención de don Martín se copia literalmente parte de una de las ins­cripciones que hay en el sepulcro, y dice “que fué muerto por los moros enemigos de nuestra santa fe cathólica, en la vega de Granada”. Ambos datos prueban casi con certeza que el se­pulcro fué hecho en el tiempo que media desde abril de 1491 a febrero de 1497. Por aquellos años, Guadalajara, la patria de ­don Martín, era un centro artístico de gran importancia, pues el segundo duque del Infantado, don Íñigo López de Mendoza, fabricaba un suntuosísimo palacio, comenzado en 1483 y proseguido con opulencia digna de un monarca (16). Es lástima que no se conserven más noticias de los artífices que lo construyeron y adornaron que las contenidas en unas inscripciones, en parte gastadas y borrosas. Por ellas vemos que trabajaron allí Juan Guas, Enrique Guas y otros muchos artistas que no se nom­bran (17).

Si consideramos las estrechas relaciones que hubo entre la casa de los Mendozas y la familia de don Martín; que éste sucumbió peleando a las órdenes del Duque del Infantado; lo sentida que fué su muerte de propios y extraños, y la gene­rosidad fastuosa del duque don Iñigo, manifiesta en no pocas ocasiones, nada tan probable como el que hiciese la estatua y el sepulcro del Doncel alguno de los artistas que trabajaron en el palacio de Guadalajara y en otras obras de tan opulento mag­nate.

Esta conjetura se robustece si consideramos la enorme se­mejanza que hay entre la estatua del Doncel y las de los sepul­cros de don Íñigo López de Mendoza, primer Conde de Tendilla, y su mujer doña Elvira de Quiñones (18), hecho discreta­mente observado por un eminente arqueólogo, don Ricardo de Orueta, en su ya citado libro de La Escultura funeraria, donde escribe:

«Estos bellos sepulcros, procedentes de Tendida, forman con el Doncel de Sigüenza un grupo interesantísimo, porque si reflejan el estifismo gótico con todo su formulario y lo ponen al servicio no solamente de un concepto de la realidad sino de un sentimiento delicadísimo, que es aquí la nota que domina y la que ha inspirado al autor y ha guiado su mano… ”No creo, pues, que sea aventurado el pensar que esta estatua dél Conde de Tendida pueda ser el punto inicial de la estatua incorporada, esa hermosa creación del arte castellano que culmina en el Doncel».

Admitido el hecho de que los sepulcros del Doncel y de los Condes de Tendida, especialmente sus esculturas sepulcrales, fuesen, como parece, no sólo de la misma escuela, pero aun del mismo autor, queda por averiguar quién pudo ser éste. Algu­nos críticos han mencionado el nombre de Juan Guas (19); mas para dar visos de probabilidad a tal hipótesis, necesitamos conocer obras análogas que indiscutiblemente le pertenezcan. Hoy por hoy, nada más puede afirmarse con bastantes probabilida­des que las estatuas del Doncel y de los Condes de Tendida fueron hechas por. uno de los artistas que a fines del siglo xv trabajaban en Guadalajara, protegidos por la munificencia de los ricos y generosos Duques del Infantado.

Menos aún he logrado averiguar en lo. que se refiere al sun­tuoso mausoleo del obispo don Fernando de Arce en la capilla de Santa Catalina, no obstante conservarse en el archivo de ésta un cuaderno de cuentas de 1522 a 1527 (20); pero en ellas no se menciona más que la obra de cantería ejecutada por Baeza; ni una palabra de los artistas que hicieron las estatuas y la orna­mentación. Tal vez, andando el tiempo, aparezcan documentos que den luz en estas, materias, de suyo importantísimas, por tratarse de obras que pueden compararse con las más clásicas y elegantes del Renacimiento español (21).

M. Serrano y Sanz

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[1] Don Ricardo de Orueta (La Escultura funeraria en España, pá­gina 133) dice que la estatua de don (Martín es “una de las más sentidas, más inspiradas y más delicadamente bellas de cuantas ha producido el Arte de Castilla en toda su historia, pudiendo soportar ventajosamente la comparación con las mejores creaciones de la plástica cristiana universal”.

[2] Doy las más cumplidas gracias, por haberlos podido examinar, a mi antiguo y querido amigo el virtuoso capellán mayor dé Santa Catalina, don Fernando Pérez Armadá.

[3] Es casi cierto que don Fernando de Arce ocupó algún cargo an­tes, en la corte ducal de don Diego Hurtado de Mendoza, varón eminente por sus cualidades morales, ensombrecidas únicamente por desvaríos amo­rosos, y de singular entusiasmo por las Letras, como lo prueba una cláu­sula notable de su testamento que se refiere a la famosa biblioteca creada por el insigne Marqués de Santillana:

“Mando al Conde mi fijo e quiero que aya por mayorasgo las mis casas principales que yo tengo en la cibdad de Guadalfajara, e ansimismo los libros que en mi librería e camara se fallaren, los quales es mi voluntad que non sean nin puedan seer enajenados por el nin por sus sucesores, mas que sienpre anden e sean acesorios a los otros bienes del mayorasgo, e de aquella mesma natura e calidad, e esto porque yo deseo mucho que el e sus decendientes se den al estudio de las Letras, como el Marqués mi señor que santa Gloria aya, e yo e nuestros antecesores lo fesimos, creyendo mucho por ello ser crecidas e aleadas nuestras personas e casas. ”

Testamento del muy illustre e magnifico señor el señor Duque del Infantadgo D. Diego Hurtado de Mendosa, marqués de Santillana, conde del Real, cuya ánima Dios aya.

San Bartolomé de Lupiana, 14 de junio de 1475.

Original con firma autógrafa del Duque, 9 hojas útiles en folio. Archivo de la Casa de Osuna, en el Histórico Nacional.

“E vino este año a le servir Don Iñigo López de Mendoza, duque del Infantadgo, el qual traxo de la gente de su casa quinientos homes de armas a la gineta e a la guisa, e los peones de su tierra que le mandaron traer; e fizo grandes costas en los arreos de su persona, e de los fijosdalgo que vinieron con él. Entre los quales se fallaron cinqüenta para­mentos de caballo de paño brocados de oro, e todos los otros de seda, e los otros arreos de guarniciones muy ricas.”

Crónica de los señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel. por Hernando del Pulgar. Tercera parte, cap. LVI. (Bibl. de Autores Es­pañoles, t. LXX.)

“Año 1486. En principio de este año estuvieron los Reyes en Alcalá de Henares, y desde allí se fueron a Córdoba. Y ese verano gana­ron a Loja, Íllora, Modín, Montefrío y Colomera.”

Memorial y registro breve de los lugares donde el Rey y Reina Católicos, nuestros señores, estuvieron cada año desde el de 1468…, por el doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal. Colección de documentos inéditos para la Historia de España, t. XVIII, pág. 272.

(1) Hernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos don Fer­nando y doña Isabel, tercera parte, cap. LXII. (Biblioteca de autores españoles, t. LXX.)

El mismo suceso aparece brevemente referido en las dos inscripciones que hay en el sepulcro de don Martín, una de ellas puesta en el muro del arco:                                                      ‘

Aquí yase Martin Vasques de Arze / cauallero de la Orden de San­tiago / que mataron los moros socor / riendo el muy ylustre Señor Duque del lnfantadgo su Señor a / cierta gente de Iahen a la acequia Gor­da en la vega de Granada / Cobro en la hora su cuerpo / Fernando de Arze su padre / y sepultolo en esta su capilla / año MCCCCLXXXVI. Este año se tomaron la ciudad de Loxa las / villas de Íllora, Moclín y Monte / frio por cercos en que padre y ¡ hijo se hallaron.

La que hay en el borde o pestaña del sepulcro está mutilada y dice así:

D. Martin Vasques de Arse Comendador de Santiago el qual fue muerto por los moros enemigos de nuestra santa fe católica peleando con ellos en la vega de Granada miércoles… (1) año del nacimiento d.e nuestro Salvador Ihu Xpo de mili e CCCC e LXXX e VI años. Fue muerto en edat XXV.

Análoga es la relación que escribió don Francisco de Medina y Mendoza: “los moros se retrajeron hasta meterse en las huertas, y de que vieron los cristianos dentro con ellos, saltaron por unas acequias el río, y atajáronlos, quedando metidos como en ysla, y comentaron a herir en ellos. Visto por el duque del lnfantadgo y los del Cardenal… con gran presteza y peligro atravesaron el río y los socorrieron, y valerosamente pelearon; hicierou retirar los moros, y hirieron y mataron muchos, y también murieron y fueron heridos algunos dellos, entre los quales de personas señaladas murió Martin Vasquez de Arce, hijo del Comendador Hernando de Arce, secre­tario del Duque, y otro hijodalgo que decían Juan de Bustamante, criado del Cardenal.”              .

Vida del Cardenal don Pedro Consoles de Mendosa, por don Francisco de Medina y Mendoza, pág. 266.

(Memorial histórico español, t. VI.)

(1) Hállase en una plazoleta de la Travesaña alta, y se ha reprodu­cido más de una vez en revistas ilustradas.

(1) Rota la inscripción.Don Manuel Pérez Villamil, en su aplaudida monografía de la ca­tedral seguntina, consignó la historia de la capilla de Santa Catalina antes que fuese cedida por el Cabildo a la familia de los Arces. Consagrada desde fines del siglo xii al culto de Santo Tomás de Cantorbery, fué lue­go en el siglo xv panteón de algunos caballeros de La Cerda, emparentados con los Duques de Medinaceli. No se ha conservado memoria individual de quiénes eran.

Documentos para la Historia del Cabildo Seguntino, por don Juan Francisco Yela y Utrilla. (Bol. de la Acad. de la Historia, t. LXXXII, Pág- 378.

Yela, ob. cit., pág. 380,

No he podido averiguar quién era la doña Francisca mencionada por el Cabildo como heredera o testamentaria de aquella rama de La Cerda, que no aparece consignada en el prolijo y voluminoso tomo V de la Historia genealógica y heráldica de la Monarquía española, Casa Real y Grandes de España, por don Francisco Fernández de Béthencourt (Ma­drid, 1904).Doc. original; una hoja de papel en folio. (A, C. de S.)

Relacionados con la dotación de la capilla de Santa Catalina están los siguientes documentos:

Suplica del Cabildo catedral de Sigüenza al Papa Inocencio VIII para que fuesen unidos a la mesa de aquel los beneficios de Romanillos de Medina, Riosalido, Jirueque, Casillas de A tierna y Alempuz.

Orig. Una hoja de papel en folio con las palabras de concesión: fíat ut petitur.

Datum Rome apud Sanctum Petrum décimo octavo Kalendas Decembris atino sexto.

Union de los beneficios de Romanillos de Medina, y uno de Riosalido y otro de Jirueque y otro de las Casillas de Atienda, y otro en Alempus, que dio a la mesa capitular Fernando de Arce, Prior de Osma, por una misa que dice el Cabildo en la capilla del Obispo de Canaria, cada día, por sus padres, y higose la unión por el Provisor de Toledo, juez execu- tar, por bula de Innocencia octavo, y mandamiento de posesión del dicho juez, año de MCCCCXC.

La bula de Inocencio VIII, fechada en Roma el 18 de las calendas de enero de 1489.

El mandamiento de ejecución, fechado en Toledo a 21 de enero de 1491

Testimonio autorizado por Ñuño de Ríomoros, notario apostólico; 8 hojas de vitela en folio. A. C. S., leg. 72.

Real cédula de Carlos I y su madre doña Juana por la que autori­zan a don Fernando de Arce, obispo de Canaria, para que cediese a la capilla de Santa Catalina un juro que tenia de 31.583 maravedís y cuatro cornados. Avila, 15 de enero de 1519.

Original, 12 hojas de pergamino en folio.

Poder del Obispo de Canaria para tomar la posesión de los beneficios que están unidos a su capilla.

Valladolid, 14 de septiembre de 1521.

Orig., una hoja en folio.

Carta de donación que hizo el Obispo de Canaria, a su capilla y capellanes de las heredades que había comprado en Ures, Matas y Joara.

Aranda, 24 de septiembre de 1522.

Orig., una hoja en folio.

(2) Alempuz.

Doc. notarial, autorizado por Martín Serrano.

Orig., 4 Fojas de pergamino en folio. (Arch. de la Catedral de Sigüenza.)

Así consta en la inscripción de su sepulcro:

Aquí yazen sepultados Fernando de Arze Comendador de Montijo y doña Catalina de Sosa su mujer. Mando faser estas sepulturas don Fer­nando de Arze Obispo de Canaria su hijo y murió el año MDIIII. XIIII dias de enero. Murió ella año MDV. XVII dias de septiembre.

(1) Don Vicente Lampérez, en su discurso de entrada en la Academia de la Historia, que trata de Los Mendoza del siglo xv y el castillo del Real de Manzanares (Madrid, 1916), prueba que la facha del palacio de Guadajara es en gran parte una imitación de dicho castillo, edificado- hacia el año de 1440.

Cfr. Quadrado, Recuerdos y bellezas de España. Castilla la Nue­va. tomo II (Madrid, 1853), pág. 586 a 590.

Pérez Villamil, Relaciones topográficas de España. Guadalajara y pue­blos de su provincia (Madrid, 1914), págs. 97 a 106.

Lampérez, Arquitectura civil española de los siglos I al XVIII, t. I (Madrid, MCMXXII), págs. 472 a 474, donde escribe: “Sus autores andan aún en dudas: los hermanos Guas, según la lectura die la inscripción del patio hecha por algunos: Juan Guas y el moro maestre Eguaomait o Eguaumaír, según leen otros. Ximon, según algún historiador.”

Estos sepulcros estuvieron en la iglesia del monasterio de Jeró­nimos de Tendilla. Después de la supresión de las órdenes religiosas fue­ron trasladados a Guadalajara,y puestos en la iglesia de San Ginés.

La Escultura funeraria en España. Provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara (Madrid, 1919), págs. 111  y 118,

Más adelante (pág. 158) consigna el señor Orueta la hipótesis de que tal vez labrase la estatua del Doncel un Maese Juan, cuya figura de oran­te se conserva en la iglesia de Santa María de los Huertos, de Sigüenza, y hay entre ambas grandes analogías. Esto supone, claro está, que Maese Juan hiciera su estatua, cosa que no consta.

“En cuanto al autor, he oido decir muchas veces a críticos y eru­ditos que suponían fuese Juan Guas, el maestro de San Juan de los Re­yes; y, efectivamente, hay un gran parecido de estilo, técnica y pensamien­to entre toda la escultura de estos sepulcros y la que decora la citada iglesia; pero falta aclarar por completo qué parte tomara Juan Guas en la construcción del edificio toledano, si fué sólo el tracista y director, o si laboró también en la ornamentación plástica.”

Orueta, op. cit., págs. 126 y 127.

Publicamos en los documentos los datos más curiosos que hay en ellas.

(1) Los grabados que van con este estudio han sido hechos con foto­grafías que me proporcionó mi culto amigo el catedrático del Instituto del Cardenal Cisneros, don Pedro Archilla.

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