El 1 de mayo [1907]

Las cuestiones sociales nos cercan, nos invaden y a medida que avanzan van arrojando de nuestro conocimiento y de nuestra concien­cia las cuestiones políticas. Estas invirtieron, en el siglo pasado, los términos de la reivindicación humana, anticipando los derechos y li­bertades del individuo a la totalidad de los medios fáciles de vida y al bienestar físico de los hombres.

Hemos llegado a unos días en que las cuestiones sociales casi no necesitan la enseñanza, teórica, hablada o escrita. Ellas son su propio maestro. Los que han entrado en el presente siglo sin un estudio dete­nido de tales problemas, las aprenden por la lección constante y clarí­sima que dan los hechos sociales, por la protesta persistente de las mu­chedumbres débiles contra las minorías poderosas, por el progreso ad­mirable del proletariado, en la inteligencia, la cultura y la organiza­ción, por las peticiones tumultuosas de igualdad circunstancial, pre­cursoras del asalto a la igualdad posible.

Forzoso es que los obreros perfeccionen su instrucción, tomando la delantera a las clases patronales, que se duermen en la ventaja pre­sente, descuidando el estudio de las leyes económicas y de las propor­cionales ganancias del dinero y la obra. Bien harán los representantes del estado llano capitalista en apartar gradualmente de su seno el ele­mento estéril y holgazán, consumidor de los más saneados provechos de la tierra y de la industria. La ociosidad rica, gozante y «sportiva», indiferente al dolor general está para muy pronto amenazada de serios disgustos.

Será triste, sí, que sufra deterioro la exterioridad suntuaria que ennoblece la vida de los ricos. Sin duda los golpes contra la vanidad infecunda herirán también al arte, a la elegancia, faceta interesante de la humana belleza. Pero esto será pasajero, y en último caso, pueden sacrificarse por algún tiempo los refinamientos suntuarios, siempre que se extienda el campo de la comodidad, hoy harto reducido.

Hay que contar siempre con que la justa remuneración del trabajo ha de producir maravillas que hoy desconocemos. Un porvenir cuya lejanía no podemos precisar nos muestra confundidas o armónicamen­te conectadas las tres ruedas de la actividad humana: Arte, Capital, Trabajo.

España Nueva, 1 de mayo de 1907

Deja un comentario