[Artículo] Muerte del rey don Fernando de Portugal, de Benito Pérez Galdós
Madrid, 28 de diciembre de 1885.
Mal año ha sido el de 1885 en nuestra península. Calamidades de todo género han caído sobre ella. A la muerte del Rey don Alfonso, hay que añadir la de don Fernando, padre del Rey de Portugal. No deja tras sí este insigne difunto el vacío que nuestro malogrado Soberano deja en su patria, ni su muerte plantea difíciles problemas políticos; pero no por eso es menos deplorable, porque era don Fernando un gran caballero, un hombre de excelsas virtudes. Era extranjero, y el reino vecino le llora como al primero de los portugueses.
Nació don Fernando de Sax-Coburgo Gotha en 1816, y fué esposo de doña María II, Reina constitucional de Portugal. La muerte de ésta, acaeció cuando apenas habían cumplido tres lustros de matrimonio; el Rey consorte ejerció la Regencia durante la minoridad del Rey don Pedro, y tal fué su tino y prudencia en este difícil cargo, que la Europa entera le ha señalado como modelo de soberanos constitucionales. Desde que ocupó el Trono don Pedro (a quien sucedió pronto don Luis), don Fernando ha vivido completamente alejado de la política, consagrado al cultivo de las artes y a la protección de los artistas. En el poético retiro de Cintra, creado y embellecido por este ilustre príncipe, están patentes su exquisito gusto y sus aficiones de coleccionador eminente.
Del aspecto personal de don Fernando, no necesito hablar por referencia, porque le vi en Cintra en mayo del presente año. Era un hombre como de sesenta años, de alta y arrogante estatura, fisonomía tan inteligente como bondadosa. En su cara, bastante parecida a la de nuestro poeta Zorrilla, se advertían entonces señales evidentes del mal terrible que le ha llevado al sepulcro. Paseaba por los hermosos jardines de aquel delicioso edén sin más compañía que la de su familia. Ni séquito palaciego ni aparato de ninguna clase indicaban su alta jerarquía. La modestia de su porte no excluía ciertamente la distinción particular de las personas nacidas en elevada cuna.
Cuando la Corona de España estuvo vacante, los progresistas españoles la ofrecieron con insistencia a don Fernando de Portugal. Era el candidato de Olózaga, quien logró convencer a Prim de las ventajas de esta elección. Pero don Fernando no quiso aceptar la peligrosa ofrenda, y opuso tenaz resistencia al pensamiento de los revolucionarios españoles, en lo cual obró con innegable cordura.