[Artículo] Alemania y la cuestión socialista, de Benito Pérez Galdós

Madrid, 4 de marzo de 1890.

I

Los asuntos de Alemania atraen hoy, con preferencia a los demás asuntos, la atención de Europa. Los rescriptos imperiales, las elecciones del Reichstag son la materia del día. El poderoso imperio se ve amenazado de gravísima crisis, y aunque por el momento conjure los peligros la consumada habilidad del canciller de hierro, el mal es hondo, y la política ha de entrar pronto en aquel país por vías nuevas.

La propaganda socialista ha encontrado en Alemania desde 1848 terreno más propicio que en otro país alguno. La preponderancia militar, el servicio obligatorio, la inmensa cifra de los gastos de guerra en tiempo de paz, o sea de la paz armada, el desarrollo de la industria, la falta de grandes colonias, todas estas causas reunidas han de dar prosperidad necesariamente a la idea socialista, que es allí la única forma de protesta contra el actual régimen. El Emperador Federico III vió el mal, y abrigaba generosos planes de reforma política, dando más latitud a las ideas liberales y al derecho parlamentario. Pero su dolorosa enfermedad y su prematura muerte no permitieron ni aún que estos planes llegaran a formularse. El actual Emperador, Guillermo II, joven, activo, deseoso de gloria, que en el terreno militar no ha podido alcanzar todavía, deseoso también de mostrar su iniciativa en los asuntos civiles, hace tiempo que fija su atención en los trabajos socialistas, minadores del omnímodo poder imperial. No queriendo que los sucesos le cojan desprevenido, discurre anticiparse a ellos, y en sus rescriptos del pasado febrero anuncia su propósito de consagrar preferente atención al mejoramiento de la clase obrera y de convocar una conferencia europea con este objeto.

Publicado el documento imperial en vísperas de las elecciones, se creyó que influiría en el resultado de éstas, quitando fuerzas al socialismo o reconciliándolo en parte con la política imperial. Pero los hechos han demostrado el optimismo de los que tal creyeron, pues los socialistas, después de los rescriptos, aparecen más compactos, crecen con pasmosa fecundidad, invaden las clases militares, se presentan en nutrida falange en los comicios y alcanzan en el resultado total de las elecciones una cifra formidable. En la anterior campaña electoral, los socialistas habían tenido siete millones de votantes; en la presente pasa esta cifra de trece millones.

El Reichstag resulta, pues, con una composición que imposibilita el Gobierno en condiciones parlamentarias, pues las oposiciones, reunidas, forman mayoría, y el Castel, o sea la coalición liberal conservadora con que Bismarck ha venido gobernando hasta aquí, está en minoría.

Aún espera el Gobierno imperial que las elecciones suplementarias, o sea las que se verifican en los comicios donde resultó empate, modifiquen algo la composición de la Cámara, pero esta modificación no alterará sensiblemente las cifras. Por lo que el telégrafo nos va diciendo de las elecciones parciales, se puede calcular que con el actual Reichstag no se puede gobernar.

El Castel, la agrupación liberal conservadora, que ha sido hasta aquí el antemural opuesto a la invasión socialista dentro del Parlamento, se considera de hecho disuelto. Dícese que Bismarck procurará entenderse con la minoría del partido católico para agregarla a las piedras que compusieron el antiguo Castel, pero tampoco por ese lado parece que se presentan las cosas a gusto del canciller.

¿Qué hará éste ahora? ¿Disolverá la Cámara apenas elegida o procurará gobernar con ella por medio de transacciones y componendas? Pronto lo hemos de saber. Entre tanto, háblase de la conferensia para el mejoramiento de los obreros, la cual se reunirá en Berlín, presidida por el ministro de Industria y Comercio. Nueve naciones han sido invitadas a ellas, y están excluidas Rusia, España y Portugal.

Es opinión corriente que la conferencia será tan sólo una luminosa información de economistas de los países congregados, y que no tendrá efectos de ninguna clase en la práctica. Se hablará mucho, cada cual expondrá sus ideas sobre el punto complejo que se va a tratar, y cuando los conferenciantes se retiren a sus respectivos países, después de haber expuesto doctrinas muy sabias y observaciones muy juiciosas, los obreros alemanes y no alemanes seguirán lo mismo que están ahora, y los gravísimos problemas de la relación entre el capital y el trabajo continuarán insolubles, envueltos en el pavoroso misterio del porvenir.

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