Sepulcro del obispo don Alonso

Aspecto de la estatua que contempló el autor antes de la Guerra Civil

Presbiterio de la Catedral.

Texto de don Ricardo de Orueta

D. Alonso I

Este sepulcro es sencillamente un hueco o excavación que se ha abierto en el muro del presbiterio, frente al del cardenal de San Eustaquio, pero mucho más alto, y en el cual se ha puesto una antigua estatua yacente que debía haber en el ábside primitivo antes de la reforma de esta parte del templo.

Esta estatua, muy obscurecida por el transcurso del tiempo, y muy difícil de ver por la gran altura a que la han colocado, parece ser obra del siglo XIV, y bastante hermosa. Su primera colocación debió ser a poca altura, bajo un arco gótico y en la posición natural en que suelen colocarse estas yacentes, tendidas y mirando arriba, al intradós del arco; pero como al trasladarla al lugar en que hoy se encuentra la hubiera ocultado la misma cama o suelo del nicho, se la ha colocado en el testero, pegada a la pared por la espalda, de canto, con lo que se desvirtúa por completo la naturalidad de su actitud y se trastornan todos los efectos. Viste traje de fraile, con capa, capillo, túnica y escapulario, y está labrada en piedra arenisca.

Debajo se ha puesto esta inscripción:

«AQUI YAZE EL MUI REVERENDO SEÑOR DON FRAY ALONSO OBISPO QUE FUE DESTA SANCTA YGLESIA AÑO DE 1330. DEXO A LA MESA CAPITULAR LA MITAD DEL PONTIFICAL DE MORON y LA RENTA DE LAS 13 ALDEAS DEL BAL DE HENARES, y SALINAS DE MEDINACELI».

Este D. Alonso I era un fraile dominico que, según el obispo historiador Fr. Toribio Minguella (1), a quien sigo, se llamaba Alfonso Pérez de Zamora, quizás por ser ésta su ciudad de origen, y ocupó la mitra desde 1328 ó 29 hasta 1340 que falleció. Las donaciones de que trata la inscripción las hizo por carta de 30 de Junio de 1332, lamentando lo exiguo de las rentas que percibían el deán y cabildo, con las que no era posible se sustentaran decorosamente. Estos, en señal de agradecimiento, se reunieron ante notario, al día siguiente, y le concedieron enterramiento perpetuo en la capilla mayor en el sepulcro que el mismo obispo se habría hecho labrar en vida, pues afirma el documento: «La qual sepultura uos fizistes labrar cerca del altar mayor dentro de la pared a la mano izquierda». Es, pues, una estatua que, no sólo por su estilo, sino documentalmente, se puede afirmar que data de la primera mirad del siglo XIV entre 1329 y 1332. Tal vez la fecha que aparece en la inscripción, 1330, y que los señores Villamil y Minguella suponen equivocada, sea la de la construcción de la obra.
Este obispo es también el que comienza y costea en parte los trabajos de reparación de la catedral, que, apenas terminada, parece debió sufrir grandes hundimientos en sus primitivas bóvedas de medio cañón, sobre todo las de la nave central (2). (Ganó además un pleito «a los de la Cipdat» sobre el señorío de Sigüenza, y entre otras muchas donaciones a la iglesia, fundó y dotó un altar a San Ildefonso. Dió, por fin, sabias ordenanzas y reglamentó el Cabildo. Mide la estatua, aproximadamente (3), un metro sesenta centímetros de largo.

Aspecto actual del sepulcro tras los daños sufridos durante la Guerra Civil Española


(1) Historia de la diócesis de Sigüenza y sus obispos, tomo II, pág. 32 y siguiente».
(2) Véase Pérez Víllamil. Estudios de la historia del arte. La catedral de Sigüenza. Pág. 90.
(3) Me ha sido imposible medirla con exactitud por la gran altura en que está colocado.

Deja un comentario